domingo, 14 de noviembre de 2010

REPASANDO EL PASADO DE SAN BENITO

Para los sanbenitenses que andan por distintas latitudes en busca de coronar sus objetivos personales, pero que siempre tienen presente a su terruño del que, seguramente, no se despegarán jamás.
Los hay por China, los hay en Estados Unidos, en República Dominicana, en el Reino Unido, en las heladas islas del Atlántico Sur. Por aquí y por allá hay desperdigados por el mundo hijos de nuestro suelo.
Supe alguna vez de la sensación de estar lejos de los amigos, de las costumbres, del entorno familiar. Para ellos:
SAN BENITO, MI PUEBLO
Álguien dijo por ahí: Campo de espinas!,
Sos para mí: ¡Pincelada de sueños!;
¡ilusión eterna de jornadas infantiles!,
¡el jardín de mis amores juveniles!.
Con casa bajas, tu piel bien arbolada,
Salpicada de lomadas caprichosas,
Mecidas en suavidades generosas
Por el viento, que acaricia las mazorcas,
Que hace estallar el azul de los linares,
Remedando las oleadas de los mares.

¡Cómo no estar enamorado de tu cielo!,
¡cómo no echar raíces en tu suelo,
si el ensayo musical que tus pájaros
practican de temprano entre tus árboles
son la más maravillosa sinfonía
que ningún compositor se imaginara!;
¡es tan bueno el contrapunto que ejecutan
Y tan hermosa la música que inventan
Los zorzales, jilgueros y calandrias,
Que la sabia natura los aplaude..!
En una epopeya poblaron tus tierras
Friulanos venidos de Austria y de Italia,
A quiénes vendieron en forma traviesa
Pasajes baratos, con una etiqueta:
¡la ilusión del oro y la riqueza fácil!
Y aquí solamente encontraron por oro:
¡un arado mancera! Y por riqueza,
¡ah!, por riqueza: ¡una yunta de bueyes!
Y de billetera para guardar la renta:
¡unas cuadras de tierra virgen y agreste!

Así fuistes creciendo mi querido pueblo,
Con el impulso de esos brazos gringos,
Acerados en el crisol de sus creencias,
que transformaron la montaraz campiña
en un manto suave, remendado en mieses
y que hicieron nacer en tu casco viejo
los cimientos para tu arquitectura,
con toques friulanos, con ladrillos toscos,
que contrastaban con las rejas vistosas
y con los primeros malvones floridos.
El mar azul de tus linos florecidos
Inspiró a los friulanos en sus sueños
Levar anclas de los barcos como dueños
Para volver al terruño que dejaron;
Cuando el sueño les alertó: ¡es tiempo!,
En el comienzo de los días afiebrados
Que anunciaban la llegada de noviembre,
Hubo que ver al campesino arremangado
Para juntar las espigas de su trigo
Y poco después hubo que verlo: ¡amándote!...

Casi sin quererlo se fue aquerenciando
Aquel friulano que llegó cantando,
Con la fuerza ancestral de celtas y romanos
Y enamorado de tus cosas bellas
Ancló en tu suelo para embriagarse
Con el aroma de paraísos florecidos,
Con las doradas flores de espinillo,
Con el rojo punzó de las margaritas
Y el violáceo rojo de la flor del cardo.
Cuando amanecía otro siglo naciente
Quién llegó friulano, empezó a ser “gaucho”,
A la par del criollo que “parlaba furlano”,
Pisando tu suelo en alpargatas “Rueda”
Y vistiendo las “bombachas batarazas”,
Con sombrero aludo y pañuelo al cuello,
Acortando distancias se fueron mezclando
El “chastrón” friulano y la “porca madona”
Con el estridente golpearse la boca
Para hacer enojar al novel comisario.

También se mezclaron los golpes sonoros
De las campanadas llamando a oración
Con el “arre, arre” a la caballada
Y con algún rebencazo a la sonsa perdíz;
Así, el mentiroso gritar de los teros
Y el fino chiflido de las martinetas
Fue siendo familia para la gringada
Que, casi sin quererlo, echó sus raíces
Que entraron profundas dentro de tu tierra,
Volviendo en retoños ¡bien sanbenitenses!

¡Cómo no sentirme savia de tu suelo,
Retoño de tus mismísimas raíces,
Si de niño viví días tan felices
En la variedad de tus paisajes bellos
Al caminar entre aromas y colores,
Entre tus árboles y entre tus flores,
Hermanado con los sueños e ilusiones
Que se quedaron,  casi todos ellos,
Truncos en la realidad de las vivencias,
Perdidos entre tus moras y tus sauces.
Te presiento tendiéndome la mano
E imagino tus ensarmentados dedos
Ofreciéndome la pulpa de los tases,
Que  cuelgan perezosos del alambre
Y me fascina ver salir de tus entrañas
La pasionaria flor de los burucuyases,
El trébol, el cardo y las margaritas,
Y aún me veo buscando entre las chilcas,
Ante la huida presurosa de los cuices,
El tesoro echo miel de lechiguanas…

Te percibo en el canto triste del crispín,
En el inquieto revolotear de colibríes,
En el pálido ropaje de las calas
Que se codean en el fondo “de las casas”
Con las achiras, siempre vivas y amapolas.
Te extrañé al buscar el fin del horizonte
Acostumbrado al descanso de tu siesta,
Al mate, al choclo asado y al garrón,
Al punto que creí que nunca más
Iba a escuchar el concierto de tus noches.

Eran pocas las hectáreas de tus campos,
Eran cortas las calles entre tus chacras
Cuando andaba persiguiendo los chorlitos,
Tijeretas, palomitas y pecho rojos
O buscando “las nidadas” de las liebres
Sin importarme las molestias del abrojo,
Del amor seco y del garabato,
Ni el pinchazo de la hiriente cina cina
Cuando iba a mirar en los tajamares
La zambullida y el nadar de los macases.

En fin, sos para mí: ¡cuna de sentimientos!,
¡tu cielo, es crisol, tu suelo es yunque!,
¡tu paisaje, inspiración, tu escarcha: temple!,
¡tus gringos, ejemplo, tu templo: creencia!
¡mi norte y mi guía son tus estrellas
Y mi esperanza es verte cual doncella
De vestido engalanado por tus flores,
Con las cadencias de tus lomas caprichosas,
Para que todos te acepten como sos:
¡campo de espinas..¡pero de fragantes rosas!

ANIBAL GONZALEZ COMAS.
San Benito. Entre Ríos. Diciembre de 2.000


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