lunes, 8 de octubre de 2012

DONDE SE COME...NO SE CAGA

CAPÍTULO X


Hummmm. ¡cuanta envidia se le tiene a estos dos tortolitos enamorados, que gozan de esa nirvana en la que flotan nuestros Romeo y Julieta en una nueva edición que ni remotamente rozan –todavía – la posibilidad melodramática, el desenlace poco feliz que suele darse en casos similares…
Poco queda para nosotros los del montón que deberemos conformarnos con seguir nuestro camino destrozando nuevos molinos de viento como lo hiciera el 'Don Quijote' de Cervantes, viviendo en sueños su idilio con  la “Dulcinea del Toboso”.
No se agota el amor, trascendiendo las oficinas comunales y llega hasta la concentración del estudio domiciliario para hacer más llevadera la jornada con angelicales mimos que se irradian por el éter y los ‘piquitos’ de los dos tortolitos vuelan por el ciberespacio.
Pero llega una nueva agotadora jornada de trabajo y los rostros se ponen adustos ante los inconvenientes lógicos que se dan en el palacio. Muchas veces los empleados originan problemas, faltas de cumplimiento a las tareas encomendadas, las empleadas hablan más de la cuenta y los que manejan el tesoro se sientan sobre la llave, lo que produce alteración en el estado de ánimo.
La suspicacia de la eficiente secretaria ha captado esa realidad y acude al teclado para averiguar lo que está sucediendo.
La respuesta evasiva del jefe, negando estar serio, hace que surja una inquisitoria más aguda, en reclamo a lo que se deduce es indiferencia. Rápidamente vuelve la respuesta con un cumplido acusando haberle regalado una sonrisa a lo que la mimada empleada delata el golpe directo al corazón con un :¡me encantó!...encanto.
Al comprobar que en la oficina principal se encuentra una empleada con toda su fama a cuestas, la celosa enamorada reacciona tratándola de “pesada” pero viene como respuesta un: “¡me gusta porque coincidimos en muchas cosas”!
Felizmente, al conocer las preferencias de su tortolito, la eficiente secretaria descarta toda posibilidad de amoríos con alguien que ya supera largamente los cuarenta.
“Es filo de navaja que me abre, eres hoja de cuchillo que me parte, eres flor de nieve amarga, eres negra amapola blanca y te meces halagada con el viento, pero marchitas delicada si te tiento. Eres flor de nieve amarga, eres negra amapola blanca; por las venas de tu carne vegetal corre un veneno caro, dulce y sin igual; me arrastraría de dejarme yo llevar temprano a tu tumba, a un certero mal final, más tu nunca beberás de mi saliva, ni tu cáliz cobrará jamás mi vida; eres flor de nieve amarga…eres negra amapola blanca”. (“Amapola Negra”. A. CALAMARO)

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