CAPÍTULO XV
“Antes eras veinte primaveras; antes de los veinte tampoco eras inocente; antes te sentías por encima de la gente; eso antes, ahora es bien diferente. En la ciudad nadie tiene el puesto asegurado, nadie esta salvado por anticipado, nadie se perdió ni se ganó todavía el cielo, créelo.. ¡Abrí los ojos y velo por mi!”. (“Mal en Mí”: Andrés Calamaro)
Los estudios son cada vez más complicados y exigentes porque requieren muchas horas de dedicación si se quiere arribar a una pronta graduación para orgullo de los padres, para cumplir con un sueño. El trabajo, por más importante que sea, ha pasado a un segundo plano, aun cuando allí esté esperando un cariño lleno de una fogosidad arrobadora que denuncia poca atención.
La oficina ha mermado un poco su actividad cotidiana lo que da un tiempo a la secretaria para volar al teclado y buscar desde allí una respuesta a la ausencia que se ha prolongado mucho más de la cuenta…no sea qué…
Con la excusa de tener algo más de complicidad entre ambos ella juega un desafío comprometedor al requerir nada menos que la lleven hasta su propia casa, algo demasiado arriesgado para esa hora del día.
Nuestro Romeo toma el guante que le han lanzado, pero con la cautela necesaria, ya que pregunta si su archirrival está en las inmediaciones. - ¿No está? - es la pregunta obligada, como atisbando que podría darse un encuentro demasiado inoportuno y peligroso.
Como si nada ocurriera, como si en realidad se tratara de un apósito necesario el otro miembro de nuestra sociedad de hecho, vuelve la respuesta con un: - ¡no… hoy trabaja!, como asegurando que es la oportunidad esperada en la semana, la de siempre, la de los encuentros furtivos pero intensos…¡entonces aprovechemos!
Esa ausencia, para mejor, será hasta el día siguiente cuando abandone su horario de trabajo como a las 8 de la mañana, para entonces todo aparentará normalidad, entonces la nueva situación permitirá tomarse todo el tiempo que sea necesario ya sea para que la lleven hasta la puerta de su casa como para encontrarse en la vecina capital donde ambos deberían estar cursando la facultad en horas de la noche.
La empleada ya ha avanzado mucho más de una simple aventura con su jefe inmediato, sino que ha ido por más…por mucho más. A tal punto es la osadía que ya no sugiere, no implora…ahora juega un rol preponderante que la hace creer con derecho a olvidar compromisos formales y apostar de lleno a que su relación la llevara de manera directa a olvidar que es la “amante de” para constituirse en la “mujer de”…
Una jugada difícil de concretar. Casi podría decirse que es imposible de concretar por los factores propios y externos que le juegan demasiado en contra a quien espera mayor formalidad, con todo lo que ello implica con reuniones, encuentros de galas, invitaciones, comidas caras y ricas y esas relaciones VIP que en el futuro pueden llevarla a experimentar caminos diferentes.
Pero el amor generalmente no dimensiona los desafíos y ahí está nuestra Julieta … jugada… desenfadadamente jugada, sin medir consecuencias, ilusionada por el mágico escenario que se construye alrededor de un poder, de un pequeño poder pero que – al fin - permite displicencias que no están habilitadas para que disfruten los del llano, nosotros, los Quijotes, las Dulcineas.
“Cuando te conocí ya no salías con el primero que te había abandonado… No vale la pena hablar de aquellos años pasados. Cuando te conocí ya no salías con aquel chico casado que te prometía que la dejaría y todavía no se había divorciado.
Cuando te conocí salías con un amigo de los pocos que tenía…Eras lo mejor de su vida pero fuiste lo mejor de la mía. Cuando te conocí miré por un agujero en tus pantalones y dos años después ya tomabas todas las decisiones. Cuando te conocí te reconocí por tus botas y mientras tomabas tequila dejamos atrás dos almas rotas. Cuando te conocí me dijiste que por mí no ibas a cambiar ibas a seguir siendo igual…” (“Cuando te Conocí”. Andrés Calamaro)
Cuando te conocí salías con un amigo de los pocos que tenía…Eras lo mejor de su vida pero fuiste lo mejor de la mía. Cuando te conocí miré por un agujero en tus pantalones y dos años después ya tomabas todas las decisiones. Cuando te conocí te reconocí por tus botas y mientras tomabas tequila dejamos atrás dos almas rotas. Cuando te conocí me dijiste que por mí no ibas a cambiar ibas a seguir siendo igual…” (“Cuando te Conocí”. Andrés Calamaro)
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