viernes, 26 de octubre de 2012

DONDE SE COME…NO SE CA…

CAPÍTULO XVI
El desenfado poco a poco va introduciéndolos en un clímax peligroso, sumamente peligroso, todo producto de ese indomable sortilegio que invade, que inunda, que ahoga, que obnubilada las mentes para que no caigan en la realidad que golpea en ambos rostros – todavía – reclamando volver a poner los pies sobre la tierra.
Pero este es un desafío casi imposible de aceptar en un momento en que ambos vuelan en la inmensidad celestial, producto de esa poderosa droga que ‘schoquea’ la corriente interna que interconecta sus mentes y sus corazones, para soñar despiertos, para desear profundamente que se queden a vivir en ellos para siempre y “así en tu misterio descubrir el sentimiento eterno”.
¿Qué mujer no ha tenido en sus sueños juveniles el deseo de poner su vida para siempre en manos de un “príncipe azul”, si es posible con una generosa billetera, que le señale el camino, que sea su “compás”?...¿cómo no exclamar “tu lo que soñé mi vida entera, quédate en ella y hazme sentir y así ir transformando la magia de ti en un respiro del alma”…has llenado con tu luz cada rincón, es por ti que con el tiempo mi alma siente diferente”?
Joven, inexperto, inmaduro, dependiente de sus progenitores en alto porcentaje, con la carga emocional de llegar a un lugar sin acuñar méritos propios pero que le permiten darse lujos de alto vuelo, nuestro Romeo aun no percibe el peligroso lodazal sobre el que vuela ahora, pero que deberá transitar penosamente en cualquier momento…porque es así la vida: da y quita…quita y da, en una rueda de ruleta impredecible.
“Tu con la luna en la cabeza el lugar en donde empieza el motivo y la ilusión de mi existir.” (Coleccionista de Canciones, Camila)La presunta tranquilidad era nomás la que predecía a la tempestad.
Y la tempestad llega de improviso desde una visita furtiva, llena de reclamos, de cólera, de increpaciones injustas ya que no se trata del titular de afrenta alguna, sino que es más bien un representante sin designación documentada que quiere intervenir en ese arrullo de tortolos cual un tordo entra en un nido que no le pertenece.
Es que los rumores ya han ganado la calle.
Aquí y allá se comenta en voz baja lo que está ocurriendo en el palacio; los plebeyos no mezquinan opiniones dispares, inconexas, llenas de fabulaciones, que crecen en una medida proporcional a la circulación de las mismas.
Si alguien interesado en esta cuestión encapsulada en el círculo del poder quisiera buscar el momento, éste es el preciso en el que hay que reaccionar, pedir explicaciones, poner condiciones, cuestionar un montón de cosas.
Claro que para reaccionar hay que ser parte activa de ese intríngulis, de lo contrario suena como a hueco, a artificial… o… intereses personales ocultos, a celos desproporcionados.
Es el momento también para hacer valer toda la experiencia y brindar el concejo oportuno, preciso de lo que se debe hacer en un caso tan embarazoso como el de estar a punto de ser descubierto en la mala acción, con las ‘manos en la masa’.
Es entonces cuando parte la instrucción precisa:
-      Ahí vos tenés que enojarte… negar todo… qué se tiene que meter en tu vida…¡ni hablar!
¡Maestro!... ¡con tu sabiduría llegarás muy pero muy lejos! ¡Vaya conocimiento… vaya experiencia sobre el tema!...No se me había ocurrido antes…
Claro que sí… ¿qué derecho tiene un tercero en esta discordia para meterse y de esa manera tan agresiva?
Desde la otra parte no hay medias tintas y las amenazas llegan como un látigo…
-      Te vas a quedar sin el pan y sin la torta! – ha sentenciado a la esquiva enamorada, en cuyo interior se siente “confundida”.
La necesidad de subir escalones a cualquier precio no conoce lo que es detenerse y doblar la apuesta es lo más aconsejable para hacer de la mentira una verdad:
-      Si 'él' confiaba en mí es lo único que me interesaba!
Confíate del santo y no le prendas velas!!!

“Otra vez el huracán conoce su conciencia, como le pasó a Juan el súper "qué dirán", la culpa destilada en cubas de roble, y las palabritas que ahora resultan demasiado nobles, y el dedo que lo acusa, todo es al pedo, cómo preparar una confesión si sólo fue animalización. Somos resultado de la suma de sangre y espuma, de las ganas contenidas de garchar de nuestros anteriores. ¿Qué honores esperan los animales al hacerse cargo del asco de la sociedad? de lo más prohibido. Nadie los va a aplaudir, ojalá los ensucie el olvido. Se dan cuenta, pero prefieren reír que llorar, sacar pecho de vampiro, o pegarse un tiro, o no, o no... Debe ser el corte, ese nuevo corte careta, debe ser la anfeta…” (“Corte de Huracán”. Andrés Calamaro)

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