Una vez estaba un gallego, maestro de albañilería, dirigiendo una obra.
- ¡Pedro, trae cemento para acá!, ¡Raúl, lleva bloques para allá!
En eso, se cayeron unos bloques desde lo alto, y uno de ellos le desprendió la oreja de un tajo al gallego.
El pobre hombre se retorcía de dolor:
- ¡Ay mi oreja, ¡por favor!...busquen mi oreja!
Un obrero que se encontraba cerca, levantó un bloque y dijo:
- Maestro, ¿es ésta su oreja?
El gallego se le acercó y la observó. Al mirarla bien contestó:
- ¡No, esa no es mi oreja!
- ¿Pero jefe …por qué no es?
- ¡La mía tenía un lápiz!
No hay comentarios:
Publicar un comentario