viernes, 13 de agosto de 2010

UNA ESTATUA DE MAL GUSTO

ORLANDO BOTTEGAL:
EL ZORRO GRIS

Entre toda la población que vive en el Departamento Paraná es difícil encontrar a alguien que no recuerde al cura Orlando Bottegal, el cura Brochero entrerriano.
Era sin lugar a dudas un personaje singular, que superaba el protocolo, que le quedaba chico su hábito a la hora de interrelacionarse, dado su envidiable don de gentes.
Era un buen pastor y consejero práctico. A nadie sorprendía con el tiempo desde su llegada en 1959 para reemplazar al político cura Laurencena verlo tomando una copa con los parroquianos, dándole un abrazo a alguna señora, saludando a todos al paso desde el sulky, desde su motoneta, desde sus autos. Sonriente, generalmente sonriente, fue acuñando en el accionar cotidiano su palabra preferida: ¡Pochocho!
Era informal, demasiado informal; parecía medio hueco, pero había que ponerse a charla a fondo con él para descubrir su sabiduría, esa que había adquirido en los claustros del seminario paranaense y aquilatado en la universidad de la calle.
Siempre acudió al estado para clamar por soluciones para su pueblo, cuando el cura era la única autoridad, espiritual ante Dios y material ante los gobiernos de turno. En ese camino logró conquistas que perdurarán para siempre en San Benito. Entre sus lauros más importantes se registra la creación de la escuela de comercio Brigadier Zuloaga. A él se la debemos en gran medida, como la remodelación total del edificio parroquial.
Era de buen trato con los hombres y mujeres comunes, como lo fue con los funcionarios de turno. Habló con intendentes, ministros, secretarios, gobernadores y jefes de estado. Peleó junto a la comunidad cuando el gobernador Ricardo Fabre dispuso la anexión de la Colonia 3 de Febrero al ejido municipal de Paraná...y felizmente se ganó aquella pulseada...hasta alguna vez con sus ocurrencias supo arrancarle una sonrisa al propio Presidente de la Nación Dr. Raúl Alfonsín en Villa Urquiza.
Fue el clásico cura militante y activista de las causas sociales justas. No alcanzó tal vez la dimensión de aquel cura Brochero, el cura gaucho de Mina Clavero, Córdoba, pero se constituyó con su accionar en el verdadero cura pueblerino. Pueblo que a lo mejor no lo supo valorar en justa medida cuando en 1989 tuvo que abandonar con profunda tristeza la parroquia de San Benito Abad, merced a la acción intestina y traidora de algunos de sus más allegados feligreses...varios de los cuales vimos llorar consternados en el día del velatorio de sus restos.
¡Debió estar ausente en esa cita póstuma tamaña hipocresía que opacó el colectivo sentimiento de desconsuelo en su partida!
Bottegal no fue el personaje intransferible de San Benito, como no lo fue tampoco de Hasenkamp. Fue el cura bromista y jovial, que se constituyó por mérito propio en un personaje folklórico, hondamente apreciado que trascendió, incluso, las fronteras del departamento Paraná.
Cada uno de nosotros habrá de construir en su corazón y en su memoria el monumento que perpetúe en su justa medida ese singular estilo de vivir. En la práctica, una plaza pública ya es suficiente para la memoria colectiva que habrá de recordarlo por siempre.
Lo que viene no es contra Bottegal, mucho menos de quiénes somos de estos pagos y los conocimos desde hace 50 años atrás. Es por una cuestión de justa medida.  Es que no compartimos que a tan poco tiempo de su partida se haga para él nada menos que un monumento, mucho menos que se lo coloque a la entrada de la ciudad en una posición que a cualquier desconocido visitante puede parecerle un inspector de tránsito pidiendo reducir la velocidad. Hay que recordar que de nuestra parroquia prácticamente lo echaron sus feligreses más asiduos.Nos reiteramos en el concepto relacionado a la decisión de hacer un monumento por la dimensión que adquiere tomar una iniciativa de esa naturaleza, cuando en los 130 años de historia de este pueblo hubo otros tantos curas y no curas que hicieron mucho por San Benito.
En mi criterio personal con dedicarle una plaza creo que es suficiente, para respetar, insisto, a otros tantos que desde hace muchos años fueron echando cimientos para que hoy San Benito sea. Asi tiene, por ejemplo, una calle don Benito Garavaso, el primer cura de la colonia.
Y se merecen su calle don Pedro Scrossopi el primer maestro de la colonia, y don José Pando el primer maestro del pueblo, y don Evaristo Romero, primer comisario local muerto en cumplimiento de su deber, y don Manuel Peralta, que fuera cura de San Benito y terminó siendo el venerado todavía Obispo de Gualeguay, y el mismo Horacio Tomás Laurencena, cura al que todavía muchos le deben su trabajo digno y a quién el club le debe muchísimo, y don Stelio Vatta, aquel famoso médico italiano a quién los políticos de turno en nuestra provincia no le reconocieron el título y fue el gran boticario y mano santa que tuvo una amplia región y a quién por nada no le hicieron su monumento de mármol de carrara que aún se observa en nuestro cementerio histórico.
En fin, esta es mi opinión:
El monumento a Bottegal es desproporcionado. Deberían pasar muchos años todavia para formarme otra opinión.
Tal vez con ponerlo frente a la iglesia o en la Plazoleta I. Malvinas hoy por hoy sería quedar bien con Dios y con el diablo...pero...¿lo querrán los curas por allí?

No hay comentarios:

Publicar un comentario