CARTA
PARA NUESTRO LOCUAZ VÁSQUEZ PÁ
...Un
simple ladrón vestido de ley
que ayer fue payaso y hoy se cree el rey
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En
los últimos tiempos nos hemos acostumbrado a escuchar por cuando micrófono ande necesitado de polémicas para levantar audiencia a nuestro benemérito imputado provincial
Ángel Vásquez Pá, quien habla y habla sin sentido, en una permanente
contradicción que lo termina poniendo en ridículo y como un vulgar charlatán de
feria.
Es
que no se trata de hablar sin pensar y coordinar. El buen hablar no se logra
desde el ejercicio habitual porque termina envileciendo, se torna inútil y
funesto, sobre todo cuando se habla sin rumbos, de todos y de todo lo que
molesta, lo que califica en el sector de los políticos que adquieren el
título de ‘peritos del decir’, profesionales de la palabrería, que con ese
cuento logran gobernar a pueblos como el nuestro. Así pululan en la política oradores nacidos del zapallo o la calabaza.
Nunca
más cierto aquello de que la oratoria habitual termina desequilibrando las
facultades, ya que se usa intensamente unas en perjuicio de otras, haciendo el ridículo,
con lo que se termina prostituyendo el entendimiento del parlanchín improvisador
en cualquier polémica que se le cruce.
En
ese ejercicio que se ha hecho hábito entre los políticos estos quieren aparecer
en público luciendo mejor que los profesionales de la palabra, pero sus ideas
terminan careciendo del requisito elemental de la reflexión; a los charlatanes
que abundan en la política de estos tiempos se les va la fuerza por la boca, se
habitúan a la indeliberación, se transforman en frívolos y estúpidos que se ‘egolatrizan’,
porque no aceptan la opinión encontrada con la suya.
Aquel
hombre de mucha capacidad puede hacer un discurso por semana y el imbécil de la
política algunas docenas; se transforma en impotente y cobarde ante la
injusticia y por ello no se atreve con los acusadores; la aparente elocuencia
de mil palabras no los libera de la derrota porque el pueblo, la gente, tiene
una innata condición en su especie: la credulidad y siempre desconfía cuando se
da cuenta que ha sido engañado; hasta el evangelio termina siendo una mentira
si es declamado por un charlatán y embustero. (Síntesis. Lunes 3 de enero de
1910. “El Entre Ríos” de Paraná. Archivo General de Entre Ríos)
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