jueves, 3 de octubre de 2013

EL VALOR DE LA ORATORIA

CARTA PARA NUESTRO LOCUAZ VÁSQUEZ PÁ
...Un simple ladrón vestido de ley 
que ayer fue payaso y hoy se cree el rey
En los últimos tiempos nos hemos acostumbrado a escuchar por cuando micrófono ande necesitado de polémicas para levantar audiencia a nuestro benemérito imputado provincial Ángel Vásquez Pá, quien habla y habla sin sentido, en una permanente contradicción que lo termina poniendo en ridículo y como un vulgar charlatán de feria.
Es que no se trata de hablar sin pensar y coordinar. El buen hablar no se logra desde el ejercicio habitual porque termina envileciendo, se torna inútil y funesto, sobre todo cuando se habla sin rumbos, de todos y de todo lo que molesta, lo que califica en el sector de los políticos que adquieren el título de ‘peritos del decir’, profesionales de la palabrería, que con ese cuento logran gobernar a pueblos como el nuestro. Así pululan en la política oradores nacidos del zapallo o la calabaza.
Nunca más cierto aquello de que la oratoria habitual termina desequilibrando las facultades, ya que se usa intensamente unas en perjuicio de otras, haciendo el ridículo, con lo que se termina prostituyendo el entendimiento del parlanchín improvisador en cualquier polémica que se le cruce.
En ese ejercicio que se ha hecho hábito entre los políticos estos quieren aparecer en público luciendo mejor que los profesionales de la palabra, pero sus ideas terminan careciendo del requisito elemental de la reflexión; a los charlatanes que abundan en la política de estos tiempos se les va la fuerza por la boca, se habitúan a la indeliberación, se transforman en frívolos y estúpidos que se ‘egolatrizan’, porque no aceptan la opinión encontrada con la suya.
Aquel hombre de mucha capacidad puede hacer un discurso por semana y el imbécil de la política algunas docenas; se transforma en impotente y cobarde ante la injusticia y por ello no se atreve con los acusadores; la aparente elocuencia de mil palabras no los libera de la derrota porque el pueblo, la gente, tiene una innata condición en su especie: la credulidad y siempre desconfía cuando se da cuenta que ha sido engañado; hasta el evangelio termina siendo una mentira si es declamado por un charlatán y embustero. (Síntesis. Lunes 3 de enero de 1910. “El Entre Ríos” de Paraná. Archivo General de Entre Ríos)

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