Mientras se va acercando un nuevo fin de año nos preparamos para pasar unos días desenchufados de la realidad cotidiana, de nuestros problemas cotidianos, de las calenturas, de las broncas, de los desengaños, de las amarguras, de la insatisfacción y de otras tantas yerbas que nos maltratan sicológicamente.
Habrá una oportunidad para juntarnos con familiares y amigos para celebrar las banalizadas navidades y para esperar la concreción de esa ilusión de medianoche en la que cruzamos un puente imaginario hacia un nuevo año.
Lindo momento es el de las fiestas para detenernos por un momento.
Ya habrá tiempo para sufrir un enero más, con esa carga de ansiedad que produce el estar literalmente secos de bolsillos porque no nos medimos ni medio a la hora de llenar el changuito con bebidas y toda una gama de vituallas innecesarias, de atragantarnos (por copiones) con las calorías que consumen en el hemisferio norte, porque en esta época por allá arrecia la nieve y el frío.
A nosotros no nos importa. Le damos duro a los turrones, al chocolate, a las almendras, al pan dulce…ni hablar de la sidra, del tinto y del porrón. Le damos hasta quedar petisos y, aunque se nos reviente el hígado, exclamamos para exaltar nuestra ilusa opulencia:
- ¡Estas son jodas y no pelecho!
No nos importa si los avivados de todos los años nos piden 60 mangos por el kilo de lechón, o 50 por el de cordero. Dale que va, no interesa el precio si tenemos el aguinaldo que aguanta y ahora…los quinientos nacionales para salvar nuestro enero si somos empleados públicos.
Así estamos pensando la generalidad, salvo honradas excepciones.
Y habrá chin chin…y habrá copas entrecruzadas llenas del afecto hacia nuestros seres queridos estallando en el corazón con sus burbujas de ilusiones, chispeantes de sueños, embriagadas de proyectos.
Y habrá un recuerdo para los que se fueron…yo me acordaré de mi vieja.
Y habrá abrazos y besos sellando definitivamente la mochila de los desencuentros, de las discusiones y diferencias.
Y habrá tarjetas agotadas y teléfonos calientes llevando saludos por el éter a distancias inimaginables.
Y habrá regalos para algunos, para los niños y para otros tal vez no…
Y a mi me queda desearles a todos, con la mano en el corazón:
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