LAS
MONEDAS DE ORO EN EL CEMENTERIO PARROQUIAL Y DON JUAN "NIERVIN" GERVASUTTI.
Cuando
se aproximaba la época de los “Días de Ánimas” toda la comarca se movilizaba.
Aquella romería multitudinaria acudía al cementerio parroquial de San Benito
recorriendo distancias con carruajes de todo tipo, como también en los
vehículos motorizados de la época. Llegaban desde poblaciones como Viale, María
Luisa, Merou, Sauce Pintos, Espinillo, Seguí, Villa Urquiza, Paraná y de la
zona comprendida por la Colonia 3 de Febrero.
Se
rompía la rutina en el camposanto del pueblo con la presencia multitudinaria de
familias enteras que llegaban hasta el cementerio de San Benito. Había que ver
la cantidad de carros y ‘sulkys’ que se arrimaban al alambrado, se procedía a
desatar los caballos de sus respectivos carruajes y muchos ya venían provistos
de fardos de pasto, porque el “alto en la huella” sería largo. Los caballos se
ataban a soga en el alambrado y así podía observarse todos en hilera a ambos lados del camino.
Donde actualmente está Parque de la Paz era
una chacra, donde me crie desde niño así que recuerdo bien aquella
circunstancia. Recuerdo que muchos
visitantes pedían permiso para de agua a sus caballos en el tajamar que
nosotros teníamos en este campito, cuyos límites daban con el alambrado
circundante del cementerio.
Una
vez acomodados sus carruajes, los visitantes se dirigían hacia la puerta central
del cementerio, aunque antes que nada se trataba de calmar la sed del viaje
abrevando en las cantinas que particulares como don Miguel Rodríguez, bolichero
que tenía su almacén y bar donde actualmente se ubica “Manzanita” detrás del Club
San Benito. Otros instalaban cantinas, como el club San Benito, por ejemplo. Es
que era un negocio importante, dada la cantidad de gente que llegaba.
En
estas cantinas se bebía de lo que pidan. No había problema. Se colocaban
mesitas, por supuesto que había toldos (de arpillera) para cubrirse del sol, en
fin, todo se preparaba para que los visitantes pasaran de la mejor manera
posible.
La
muchachada, mis hermanos, vecinos y otros de la zona se dedicaban por entonces
a ofrecer el servicio de carpido (la mayoría de las tumbas estaban en tierra),
de pintura de cruces para lo cual los muchachos tenían unos cajoncitos
similares a los de los lustrabotas, que dos o tres variables de pinturas,
kerosene y pinceles, servicio que ofrecían a los que llegaban a visitar a sus
deudos. Por último también era una forma de ganarse algunas chirolas, con un
baldecito de aceite de 4 litros, con el que se ofrecía agua que se extraía de
una lagunita al costado del camino del lado oeste del cementerio. Por esta
época no había agua corriente así que este servicio rendía una suma interesante
para los chicos, entre los que me incluyo, porque llegué a hacer esta changa en
los ‘Días de Ánimas’ como se llamaba a estas fechas, entre el 1 y 2 de noviembre, que podían incrementarse
debido a como cayera el fin de semana, es decir, que la romería podía
extenderse hasta cuatro das.
Por
el año 1955, hace 61 años, el martes 1 de noviembre, todo era movimiento en el
interior del cementerio. Los visitantes con sus flores naturales o con flores
artificiales, muchas de las cuales se vendían frente al mismo cementerio,
homenajeaban a los difuntos, oración mediante y luego comenzaban a ‘comadrear’,
como se decía, saludando a cuánto pariente o conocido encontraba.
Es
que era la oportunidad para encontrarse después de un año muchas veces porque
no había otra forma debido a las distancias y a los problemas de transporte que
existían. Así se originaban grupos por todos lados que se iban nucleando con
los nuevos que llegaban permanentemente.
Algunos
de los que llegaban aprovechaban para realizar traslados, o exhumaciones a los
que llevaban muchos años sepultados, llevando los restos que se recuperaban al
osario general, que estaba frente mismo a la capilla de cementerio.
Aquella
primero de noviembre, alrededor de media mañana, de pronto se rompió la calma.
Gritos desaforados partieron del sector este
y enseguida cundió la alarma. Nadie se explicaba lo que podría estar
ocurriendo. Se imaginaron cualquier cosa por tratarse del cementerio.
Poco
a poco los más curiosos fueron llegando hasta el lugar de donde partían los
gritos. Había ocurrido que don Juan Gervasutti, más conocido como “Juan Niervín”,
había encontrado monedas mientras desenterraba un finado y al verlas comenzó a
gritar:
-
¡Oro…
Oro… encontré oro!!!
- lo que de inmediato hizo que la
curiosidad agolpara a mucha gente alrededor de la tumba.
Dadas
las características de don Juan Niervín, digamos en términos vulgares, ‘no
ensillaba todas las caronas’, pocos creyeron que podría tratarse de oro. Pero,
grande fue la sorpresa cuando otros que trabajaban en el cementerio tomaron la
iniciativa, colaborando para desenterrar con todo cuidado aquellos restos y se
encontraron con la gran sorpresa de que se trataba nada menos que de 18 monedas
de oro de nacionalidad francesa, que había llevado el finado al momento de
enterrarse. Se trataba de don José Ruda, suizo francés que había fallecido en
1915, hace 101 años.
Nunca
hubo una explicación lógica sobre el motivo por el cual se había sepultado a
este inmigrante, original de la Colonia San José, Dto. Colón, donde se ubicó
cuando el general Urquiza llevó allí a un importante grupo de inmigrantes que
en 1856 no habían podido instalarse en la fracasada Colonia San Juan de
Corrientes, y no encontraban lugar donde instalarse. Años después, los Ruda se vinieron a la mal
llamada zona de San Benito sur, el ‘Saucesito’ más precisamente, que está al
sur del campo de la Base Aérea, porque otros familiares provenientes de la
Colonia Esperanza, habían venido con anterioridad a esa zona,
La
noticia del miércoles 2 de noviembre de 1955, publicada en el diario “La Acción”
de Paraná, decía lo siguiente:
“EN
UNA SEPULTURA FUERON HALLADAS MONEDAS DE ORO.
Ante
la Seccional San Benito, se presentó en
el día de ayer el señor José Borghese quién hizo entrega de 18 monedas de oro
francesas, que datan de más o menos un siglo, las cuales fueron halladas al
procederse a trasladar los restos del extinto José Ruda, sepultado en el
cementerio de aquella localidad hace aproximadamente 40 años. La citada
Seccional practica averiguaciones a fin de hallar familiares del citado para
entregar las monedas, presumiéndose que una hermana del mismo, de nombre
Juliana Ruda Vda. De Dabín, se domiciliaría en jurisdicción de la Seccional
Corrales”.
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