martes, 24 de noviembre de 2015

ENSAYO DE COMEDIA

WISKEY NÚMERO CUATRO...
Pero ya me parece estáis diciendo               
qué es traducir los libros y cansaros          
pintaros esta máquina confusa,
creed que ha sido fuerza que os trujese               
a la memoria algunas cosas de éstas,         
porque veáis que me pedís que escriba                 
Arte de hacer comedias en España,            
donde cuanto se escribe es contra el arte    
y qué decir cómo serán agora            
contra el antiguo, y qué en razón se funda,          
es pedir parecer a mi experiencia,              
no al arte, porque el arte verdad dice,                
que el ignorante vulgo contradice.
   Si pedís arte, yo os suplico, ingenios,                
que leáis al doctísimo utinense         
Robortelio, y veréis sobre Aristóteles,          
y, aparte en lo que escribe De Comedia,               
cuánto por muchos libros hay difuso,
que todo lo de agora está confuso.              
Si pedís parecer de las que agora               
están en posesión, y que es forzoso   
que el vulgo con sus leyes establezca          
la vil quimera de este monstruo cómico,
diré el que tengo, y perdonad, pues debo              
obedecer a quien mandarme puede,            
que, dorando el error del vulgo, quiero                 
deciros de qué modo las querría,                
ya que seguir el arte no hay remedio,
en estos dos extremos dando un medio.                
Elíjase el sujeto, y no se mire           
perdonen los preceptos si es de reyes,                
aunque por esto entiendo que el prudente            
Filipo, rey de España y señor nuestro,        
en viendo un rey en ellos se enfadaba,        
o fuese el ver que al arte contradice,          
o que la autoridad real no debe         
andar fingida entre la humilde plebe...         
...Lo trágico y lo cómico mezclado,                 
y Terencio con Séneca, aunque sea
como otro Minotauro de Pasife,         
harán grave una parte, otra ridícula,          
que aquesta variedad deleita mucho:          
buen ejemplo nos da naturaleza,                
que por tal variedad tiene belleza.
Adviértase que sólo este sujeto          
tenga una acción, mirando que la fábula              
de ninguna manera sea episódica,              
quiero decir inserta de otras cosas             
que del primero intento se desvíen;   
ni que de ella se pueda quitar miembro                
que del contexto no derribe el todo;             
no hay que advertir que pase en el período           
de un sol, aunque es consejo de Aristóteles,         
porque ya le perdimos el respeto       
cuando mezclamos la sentencia trágica                
a la humildad de la bajeza cómica;             
pase en el menos tiempo que ser pueda,               
si no es cuando el poeta escriba historia              
en que hayan de pasar algunos años,
que éstos podrá poner en las distancias               
de los dos actos, o, si fuere fuerza,             
hacer algún camino una figura,                  
cosa que tanto ofende a quien lo entiende,           
pero no vaya a verlas quien se ofende...
....El sujeto elegido, escriba en prosa              
y en tres actos de tiempo le reparta,           
procurando, si puede, en cada uno             
no interrumpir el término del día...              
...Dividido en dos partes el asunto,                
ponga la conexión desde el principio,          
hasta que vaya declinando el paso,             
pero la solución no la permita           
hasta que llegue a la postrera escena,
porque, en sabiendo el vulgo el fin que tiene,                 
vuelve el rostro a la puerta y las espaldas            
al que esperó tres horas cara a cara,          
que no hay más que saber que en lo que para.               
 Quede muy pocas veces el teatro   
sin persona que hable, porque el vulgo                 
en aquellas distancias se inquieta              
y gran rato la fábula se alarga,         
que, fuera de ser esto un grande vicio,                 
aumenta mayor gracia y artificio.
Comience, pues, y con lenguaje casto         
no gaste pensamientos ni conceptos           
en las cosas domésticas, que sólo               
ha de imitar de dos o tres la plática;           
más cuando la persona que introduce
persuade, aconseja o disuade,           
allí ha de haber sentencias y conceptos,              
porque se imita la verdad sin duda,            
pues habla un hombre en diferente estilo             
del que tiene vulgar, cuando aconseja,
persuade o aparta alguna cosa.                  
Dionos ejemplo Arístides retórico,               
porque quiere que el cómico lenguaje         
sea puro, claro, fácil, y aun añade              
que se tome del uso de la gente,
haciendo diferencia al que es político,                  
porque serán entonces las dicciones           
espléndidas, sonoras y adornadas.             
No traya la escritura, ni el lenguaje            
ofenda con vocablos exquisitos,
porque, si ha de imitar a los que hablan,             
no ha de ser por pancayas, por metauros,            
hipogrifos, semones y centauros.                
   Si hablare el rey, imite cuanto pueda                
la gravedad real; si el viejo hablare,
procure una modestia sentenciosa;             
describa los amantes con afectos                
que muevan con extremo a quien escucha;           
los soliloquios pinte de manera         
que se transforme todo el recitarte,   
y, con mudarse a sí, mude al oyente;          
pregúntese y respóndase a sí mismo,          
y, si formare quejas, siempre guarde          
el debido decoro a las mujeres…                
 …Guárdese de imposibles, porque es máxima               
que sólo ha de imitar lo verisímil;
el lacayo no trate cosas altas            
ni diga los conceptos que hemos visto         
en algunas comedias extranjeras;               
y de ninguna suerte la figura            
se contradiga en lo que tiene dicho,
quiero decir, se olvide, como en Sófocles              
se reprehende, no acordarse Edipo             
del haber muerto por su mano a Layo.                 
Remátense las escenas con sentencia,         
con donaire, con versos elegantes,
de suerte que, al entrarse el que recita,               
no deje con disgusto el auditorio.                
En el acto primero ponga el caso,               
en el segundo enlace los sucesos,               
de suerte que hasta el medio del tercero
apenas juzgue nadie en lo que para;           
engañe siempre el gusto y, donde vea         
que se deja entender alguna cosa,              
dé muy lejos de aquello que promete.          
Acomode los versos con prudencia     
a los sujetos de que va tratando:                
las décimas son buenas para quejas;          
el soneto está bien en los que aguardan;              
las relaciones piden los romances,             
aunque en otavas lucen por extremo;
son los tercetos para cosas graves,             
y para las de amor, las redondillas;            
las figuras retóricas importan,          
como repetición o anadiplosis,          
y en el principio de los mismos versos
aquellas relaciones de la anáfora,              
las ironías y adubitaciones,              
apóstrofes también y exclamaciones.          
El engañar con la verdad es cosa                
que ha parecido bien, como lo usaba 
en todas sus comedias Miguel Sánchez,               
digno por la invención de esta memoria;               
siempre el hablar equívoco ha tenido          
y aquella incertidumbre anfibológica          
gran lugar en el vulgo, porque piensa
que él solo entiende lo que el otro dice.                
Los casos de la honra son mejores,             
porque mueven con fuerza a toda gente;               
con ellos las acciones virtuosas,                 
que la virtud es dondequiera amada, 
pues que vemos, si acaso un recitante               
hace un traidor, es tan odioso a todos                  
que lo que va a comprar no se lo venden,             
y huye el vulgo de él cuando le encuentra;           
y si es leal, le prestan y convida,
y hasta los principales le honran y aman,            
le buscan, le regalan y le aclaman.             
 Tenga cada acto cuatro pliegos solos,                  
que doce están medidos con el tiempo                  
y la paciencia del que está escuchando;
la parte satírica no sea            
claro ni descubierto, pues que sabe            
que por ley se vedaron las comedias           
por esta causa en Grecia y en Italia;           
pique sin odio, que si acaso infama,
ni espere aplauso ni pretenda fama.           
Estos podéis tener por aforismos                
los que del arte no tratáis antiguo,             
que no da más lugar agora el tiempo,         
pues lo que les compete a los tres géneros  
del aparato que Vitrubio dice,           
toca al autor, como Valerio Máximo,           
Pedro Crinito, Horacio, en sus Epístolas,              
y otros los pintan, con sus lienzos y árboles,                  
cabañas, casas y fingidos mármoles...
...Sustento, en fin, lo que escribí, y conozco            
que, aunque fueran mejor de otra manera,           
no tuvieran el gusto que han tenido,           
porque a veces lo que es contra lo justo      
por la misma razón deleita el gusto.
Oye atento, y del arte no disputes,              
que en la comedia se hallará modo             
que, oyéndola, se pueda saber todo…

 (Félix Lope de Vega y Carpio...Año 1606)

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