Tribuna de Opinión
Por
RICARDO KIRSCHBAUM
Cuando
Chacho Alvarez renunció como vicepresidente de la Nación en repudio de lo que
él consideró un acto de corrupción del Gobierno que él integraba para aprobar
una ley, la reacción del elenco de Fernando de la Rúa fue “mostrar gestión” y
“hacer política”. Distintos voceros de entonces se sucedieron ante micrófonos y
en algunos programas para tratar de demostrar que el Gobierno todavía tenía
pulso y negar el innegable y contundente impacto que tuvo esa solitaria
renuncia sobre el andamiaje político de la Alianza.
Poco
tiempo después, la “muestra de gestión” se extinguió porque era difícil exhibir
lo que no había. La estela de la causa por la que Alvarez dimitió todavía está
entre nosotros.
La
situación actual no tiene parangón con aquella que ocurrió hace 13 años. Sin
embargo, hay una orden similar que busca mostrar que el Gobierno ni está en
emergencia ni quedó paralizado por el hematoma subdural de Cristina. También
ahora salen a “mostrar gestión” y todos se mueven frenéticamente, en una
hiperactividad que deja sospechas sobre la inacción anterior.
El
primero de esos frenéticos es Boudou, vicepresidente a cargo del Poder
Ejecutivo. La de Boudou es una situación paradójica: se hizo cargo de la
Presidencia en su peor momento político, cuando le habían quitado todo
protagonismo por su seria situación judicial. Es investigado, entre otras
cuestiones, por tráfico de influencias en el caso Ciccone y por enriquecimiento
ilícito.
Los
estrategas habían decidido pasteurizar la campaña. En ese contexto, Boudou no sólo
no ayudaría a recuperar votos sino que, peor aún, hasta ahuyentaría alguna
franja de los propios. Entonces se decidió prescindir de sus servicios y
ahorrar a los militantes sus desafinadas performances con La Mancha de Rolando,
la banda preferida del vicepresidente y del presupuesto oficial.
Pero
Boudou es el vicepresidente elegido junto a Cristina (ella fue su única
electora). La Constitución establece en su artículo 88 que en caso de
enfermedad del Presidente, el Vice debe asumir. Nada para objetar institucionalmente.
Sin
embargo, el kirchnerismo se dio cuenta de que Boudou, ahora, necesita ser
arropado. Volvieron entonces los elogios a un personaje que estaba al margen,
como abandonado a su suerte. Filmus, Conti, Forster, candidatos kirchneristas, salieron
en fila a reivindicar su pertenencia al “modelo”. No importa si Boudou está
enchastrado en la investigación judicial. Lo que pesa es que está al frente de
un gobierno estupefacto por la patología que afectó a Cristina.
“Mostrar
gestión” con Boudou (que intenta vanamente imitar a Cristina en los discursos)
es una tarea ímproba porque su credibilidad está letalmente dañada. Como dijo
ayer Julio Blanck, Boudou Presidente es la peor derrota del relato.
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