LOS PASOS QUE DESENCADENARON
EN EL CRIMEN DE PRISCILA
Ir a trabajar. Estudiar. Salir a bailar.
Sentarse en la vereda hablando con amigos hasta la madrugada. Estar con la
familia. Querer y ser querida. La vida de Priscila era como la de la mayoría de
las chicas veinteañeras: simple, sana y llena de afectos.
Entre
ellos, a quien se le pregunte no dudaría en poner las manos en el fuego por
ella. En una casa del barrio Predolini, Priscila se radicó desde los 15 años
junto a su familia, luego de criarse en el Paraná V.
Iba
y venía con terminar el último año del Secundario, después de un intento
fallido de ingresar la escuela militar. Mientras, hacía cursos de cosmética y
desde hacía unos años trabajaba en la fotocopiadora del tío en calle Urquiza. Y
no paraba de hacer amistades: “Vos la conocías a ella una sola vez y ya te iba
a caer bien, siempre tenía una sonrisa”, recuerda uno de los amigos.
Su
mundo se completaba en su habitación, que compartía con su hermana más chica,
con una cucheta, una computadora y pósters de Jonas Brothers.
Hasta
que a ese mundo entró Facundo Bressan. Lo conoció a través de los grupos de
“amigos de amigos” que se van formando. “A ella le gustaba porque le hacía
acordar al ex, se había enganchado”, recuerda su hermano. Pero la relación no
caía bien entre sus amigas más íntimas, por eso las dos veces que se vieron
Priscila no se lo contó a nadie.
El
7 de octubre fue a San Benito, sin avisar, y sus amigas al día siguiente se lo
reprocharon. No las escuchó, algo le gustaba de ese chico que trabajaba en el
campo con su padre, que le decía lo que ella quería oír, y el 23 de octubre
planearon un nuevo encuentro.
Ausencia
y búsqueda desesperada “No voy a salir, me quedo a descansar porque mañana
tengo que trabajar”, le dijo Priscila a sus amigas que la invitaron a una
fiesta. “Me junto con las chicas, vengo temprano”, le aseguró a sus padres.
Así
evitó dar explicaciones y las prohibiciones del caso. Se bañó, se arregló,
agarró la moto de su padre porque la suya estaba pinchada, y salió. “Si se le
hubiera ocurrido decirme que se iba para allá, no la dejaba ir, ella ya sabía
que le iba decir que no, incluso le ofrecí llevarla en el auto, ella me miente
por eso”, asegura Carina, su mamá.
Esa
noche cuando el tío la llevaba de regreso del trabajo a su casa, Priscila
estaba prendida al celular enviando y recibiendo mensajes. En una de las veces
el hombre alcanzó a ver que el remitente era de un tal Facu, pero no le comentó
de quién se trataba.
Amaneció
el viernes 24 de octubre. Gustavo, el padre, buscó la moto para ir a trabajar y
no estaba. A las 6.40 empezaron a llamarla y siempre dio el contestador.
Pensaron que se había quedado dormida en la casa de alguna amiga, por lo que
salieron en el auto. Llevaron a la más chica a la escuela, pasaron las horas y
Priscila no había llegado. A las 9 comenzaron los llamados a las amigas, los
amigos, los conocidos. “Primero hablé a los hospitales, porque podría haber
tenido un accidente -recuerda Carina-.
Me
atendieron en la guardia, me dijeron que no. Llamé a una tía que es policía,
empezamos a llamar a todos los amigos y nadie la había visto, hasta que una de
las chicas me dice ‘probá con un tal Facu’, no teníamos más datos porque no era
del grupo. Y bueno, llamamos y yo busco en la guía de San Benito los Bressan
que había, me pasan un número de teléfono fijo, llamo y una persona me dice que
ellos tenían este número hace como tres años atrás, ‘si te sirve te doy más o
menos dónde viven’, me dice, entonces hago un mapa”.
Entonces
Carina le avisa a un hermano que vive en Colonia Avellaneda, quien fue a la
casa, golpeó y lo atendió Facundo Bressan: “Yo a Priscila hace como tres meses
que no la veo, la vi la última vez en el parque”. Luego Carina fue directamente
a Fiscalía a hacer la denuncia por la desaparición de su hija.
El
sábado, Alan, hermano de Priscila, recibe un llamado de Bressan, a quien
conocía de algunas salidas. Le dice que él no tenía nada que ver con la
desaparición de la chica, que no quería tener problemas con nadie. Corta y a
los 20 minutos llama de nuevo, esta vez Alan pone el altavoz para que su tío
también escuche: “Che yo anoche compré el casco y el celular de tu hermana, yo
no dije nada por el cagazo que tenía”. Bressan lo invitaba a ir a San Benito,
pero en cambio fue la Policía y lo detuvo.
“Era
la alegría del grupo” Llevaba la vida de una chica normal, con sus amigos, se
juntaban, salían el sábado con su grupo, lo que hace un chica de 22 años. No
era de hacer cosas raras ni nada por el estilo. Yo soy la mamá y yo conozco,
hablo con mis hijos. Para ella no había gente mala, eran todos buenos, no le
importaba, para ella todos eran iguales sea cual fuera su condición, siempre
predispuesta.
Para
mis hermanos, mi madre, ahí estaba ella, con sus amigos lo mismo, era especial,
todo el mundo la conocía. No era de pelearse ni nada”, recuerda y relata Carina
sobre su hija. Además, despejó dudas respecto de algo que se comentó en la
semana: “Por Priscila pongo las manos en el fuego, jamás consumió drogas.
No
te puedo decir que no tomaba alcohol, porque todos los chicos hoy en día toman
alcohol, es lógico, pero te puedo asegurar, te lo firmo y a quien me lo
discute, a muerte, yo sé cómo era mi hija, adentro y afuera de mi casa, yo sé
los valores con que crié a mis hijos". Priscila “era una plaga”, asegura
uno de los amigos, y otro confirma: “Sí, era lo mejor, era la alegría del
grupo, siempre sonriendo, te jodía, te sacaba una sonrisa, en todo lo que podía
te ayudaba, te apoyaba”. “Si hay alguien que nunca me dejó a pata fue ella.
Nunca
hizo diferencia con nadie, jamás, siempre nos trató a todos por igual”,
recuerda otro de los jóvenes, y otro amigo agrega: “Éramos todos muy unidos
desde que nos empezamos a conocer. Ella no se drogaba, siempre estuvimos en el
mismo grupo todos juntos, no consumía drogas, fumaba puchos nomás, y como cualquier
otro que salía a bailar tomaba uno que otro trago”. “Nadie se esperaba esto.
Hasta
que no se esclarezca todo no nos vamos a quedar tranquilos. Hasta que esto no
se sepa bien no nos vamos a dejar de mover”, afirmaron.
La
semana
*Jueves
23, 23.30: Priscila salió de su casa, cuando fue vista por última vez por su
familia.
*
Viernes 24 al mediodía: Carina, la madre, radica la denuncia en la Fiscalía.
Comienzan los allanamientos en la búsqueda de la chica.
*
Sábado 25: detienen a Facundo Bressan y le imputan el delito de privación
ilegítima de la libertad. Continúan los rastrillajes en la zona de San Benito.
En la casa del acusado, la madre entrega a la Policía el casco y el celular de
Priscila.
*
Domingo 26, 19.30: encuentran el cuerpo de Priscila en un descampado cerca de
los cementerios, a 1.500 metros de la ruta nacional 12. Estaba escondido,
cubierto de vegetación.
*
Lunes 27: Bressan es citado a declarar ante los fiscales, pero se abstiene. La
autopsia determinó que la víctima murió por asfixia mecánica por
estrangulamiento.
*
Martes 28: la Fiscalía le imputa el delito de homicidio triplemente calificado
(alevosía, ensañamiento y violencia de género). La jueza de Garantías le dicta
90 días de prisión preventiva al acusado. Familiares y amigos de Priscila
marchan en Paraná para pedir justicia.
*
Miércoles 29: en un allanamiento en un predio lindante a una casa en
construcción del padre de Bressan encuentran las pertenencias de Priscila.
*
Viernes 31: nueva movilización en Paraná por el caso de Priscila y por los
femicidios y la violencia de género. En otra requisa levantan rastros de sangre
tras pasar luminol en la casa en construcción de Bressan, cuyas muestras fueron
enviadas al laboratorio.
Fiscales,
conferencia y polémica Dada la gran repercusión y conmoción social que causó el
asesinato de Priscila Hartman, los fiscales Juan Malvasio, Álvaro Piérola y la
procuradora adjunta Cecilia Goyeneche, informaron a la prensa sobre el avance
de la causa en una conferencia. Luego los defensores Miguel Cullen y Guillermo
Vartorelli cuestionaron esta iniciativa por “escarnio público” del acusado, y
la jueza Marina Barbagelata dictó el secreto de las actuaciones.
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