Hace muchos años, cuando era muy pichón
y le pisaba los garrones a los años sesenta en el pasado siglo veinte, había días en que las acciones
rutinarias me cundían de desasosiego y siempre encontraba la paz interior
cuando repasaba en gastadas páginas los versos del célebre cura poeta don Raúl
Agustín Entraigas…
Sus gratos versos me cautivaban
la imaginación y me permitían volar por las inmensidades...
Eran momentos para olvidarme de
todo…
Pasaron cerca de sesenta años y
hoy regresaron al recuerdo aquellas hermosas experiencias que comparto, por si
acaso hiciera falta.
¡Tengo la tentación de revivir aquellos tiempos de "Los Versos de Don Irala"... pero no... será en otro tiempo..!
Díganme si no es oportuno, tan
cercano y tan distante leer este paisaje de nuestro gaucho enclavado en las agrestes
pampas...
Díganme si en los días, en los meses y en los años las patéticas menciones en el bronce y en las placas sirven de algo, cuando se alcanzan silenciando como cómplices las maldades, la barbarie, la democracia del bolsón y de las chapas...
CANTO AL GAUCHO
Préstame
tu melopeya,
Famosísima
calandria,
Porque tengo que
cantar a tu “aparcero”
Al centauro
legendario de las pampas;
Que endulzó sus
horas tristes
Con tu voz y gratísima
compaña,
Trasegando tu
armonía
En el hondo
manantial de su guitarra;
¡Que sus cantos son
rapsodias
De sublimes melodías
de calandrías!...
…………………………………
Ya se
hundió el luminar de la hidalguía,
Sólo quedan los
destellos de su fama.
Se
fue el gaucho.
Lo llevaron enredado
entre sus mallas,
La tristeza, los
recuerdos,
¡Las nostalgias!
Se
fue triste. Era una tarde.
Yo lo he visto sobre
el viejo “malacara”
Que avanzaba al
“Trotecito”. Iba agobiado
Bajo el grávido
equipaje de sus ansias;
¡Que no hay fardo
que así pese
Como el fardo de las
penas en el alma!
Se
fué solo. Bajo el poncho no ha llevado
Más que penas y
dolor… y la guitarra;
Pues si existe algún
remedio
Para el golpe del
puñal de la desgracia,
Es el fármaco vital
de los estilos,
Es el bálsamo
lustral de las vidalas…
Lo
empujó hacia los desiertos
El avance arrollador
de las olas humanas;
Lo envolvieron unas
nubes de progreso
Que asfixiaban!
Lo ofuscaron esas
negras espirales
Que empenachan los
talleres y las fábricas;
Lo arrastraron los
secuaces de las furias,
Que devoran, como
monstruos, las distancias.
¡Ah!
las tardes veraniegas,
¡Ah! las tibias
noches claras
Que pasábase
floreado en el alero
A los besos de esa
luna siempre pálida!
¡Qué de arpegios!
¡Qué cadencias
No arrancaba a su
guitarra
Difundiendo
melancólicas dulzuras
Por el ámbito
infinito de las pampas!...
Ya
los ruidos estridentes de ciudades
Y el jadeo sofocado
de las fábricas
Ahuyentaron ese
ritmo peregrino
Que gemían
tristemente las guitarras;
Esfumaron esos
cuadros de la pampa,
Los dulcísimos
idilios,
Las ternísimas
baladas;
Y extinguieron en el
gaucho
La hidalguía que era
el sello de la raza.
Ya
se ha hundido el luminar de la hidalguía,
¡Sólo quedan los
destellos de su fama!
Ya han rendido su
alta copa los ombúes,
¡Los patriarcas!
Los que otrora
recibían vasallaje
De los sauces, los
lapachos y los talas;
Los que otrora
presidían la campiña
Con su efigie
mayestática y bizarra,
Su follaje ayer
delicia de las aves,
Paraninfo colosal de
la calandria,
Hoy son restos
funerales,
Troncos viejos,
yertas ramas,
Que retuercen su
ludibrio
Cuando pasan
Restallando, como
furias, los pamperos
Impulsados por los
genios de la pampa…
Pero
quedan sus raíces.
¡Quién arranca
Los tentáculos de
acero que han hundido
De la tierra
aglutinante en las entrañas!
Así
el gaucho, echó raíces
En la gleba
americana.
El pasó como un
ensueño visionario,
El pasó como un
fantasma;
Pero quedan hondas
huellas de su paso,
Imborrables, siempre
claras,
Porque supo donde
había de imprimirlas:
¡En el alma!
Desde
entonces es el alma de los criollos
El sublime relicario
de una raza
Que vivió una
diáfanas de gloria,
Que soñó en las
horas rojas de la hazaña,
Que murió como la flor
de los eriales
Agostada por el sol
de sus nostalgias,
Y dejó de sus
recuerdos
Empapado el
escenario de la pampa…
Y
por eso el gaucho “vive”.
Vive triste en las
patéticas tonadas
Que musitan sobre el
surco los labriegos,
O que cantan en el
tambo las muchachas;
Vive alegre y
laborioso
En las ásperas
faenas de la “estancia”;
Vive envuelto en el
misterio,
De la histórica
“tapera” abandonada;
Vive errante y
peregrino
En las hondas
soledades de sus pampas;
Vive y sueña en los
“estilos”,
Vive y sueña de las
“vidalas,
Vive y sueña en los
“malambos”,
Vive y reza en los
compases de las zambas.
(Hoy
el gaucho es un espíritu:
El espíritu inmortal
de las guitarras).
…………………………………………
Vivirás noble
centauro legendario,
Como fibra de la
raza,
Mientras alce su
cumbrera
Un ranchito allá en
la pampa;
Mientras haya en los
rodeos
Un “trenzao” y
hacienda brava;
Mientras digan los
poetas en sus versos
Lo que sueñan en las
noches de sus almas;
Mientras rimen los
acentos de los bardos
Con el eco arrullador
de las guitarras;
Mientras lleven las
vihuelas en sus flecos
La simbólica bandera
azul y blanca;
Mientras vibren en
el alma de los vates
Las cadencias no
aprendidas de la Patria;
Mientras lleven
enredados los troveros
En el mágico cordaje
de sus arpas,
un retazo de los
cielos argentinos…
… ¡Y un retazo de su
pampa!...
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