miércoles, 20 de marzo de 2013

HAY MUCHAS ESPERANZAS DE RENOVACIÓN

TANTO LOS CATÓLICOS,
COMO LOS QUE NO LO SON,
ESPERAN UNA IGLESIA AGIORNADA
Ya es tiempo de cambio.
Pasaron los actos protocolares y el responsable de conducir a la grey católica ya está trabajando en su despacho.
Los mensajes enviados hasta ahora son claros y evidentes.
El Papa Francisco aspira a realizar cambios profundos.
El tema de la pobreza, el reclamo de mayor vocación de servicio a los gobernantes, el cuidado de la naturaleza, la evangelización por parte de los pastores – a los que les exigió “caminar y caminar” -, el ejercicio de la caridad y de la asistencia al prójimo y la eliminación de toda ostentación de riqueza – encorsetada en la pomposidad de los actos litúrgicos – son algunas de las cuestiones que se vislumbran como para comenzar con una renovación sincera.
Se puede decir sin temor a equivocarse que este nuevo conductor de la iglesia tiene intenciones de observar lo que fue la iglesia primitiva, aquella de los primeros trescientos años de catolicismo incipiente que se debatió entre una actualización frente a su génesis judaica y el amoldamiento a un imperio romano que aspiraba unificar criterios ante su inminente decadencia a partir del emperador Constantino.
Por aquellos primeros tiempos había profetas y obispos, ellos eran los responsables de conducir sin muchos documentos en la mano, pero con un mensaje inspirado en la palabra de los apóstoles.
Se dice que hubo una primera escritura – muy elemental – que se llamó la “didaché”, cuya autoría no pertenecería a nadie, sino que sería una recopilación de recomendaciones.
Para trazar una semejanza con los primeros mensajes llegados desde el Vaticano hay un paralelismo curioso, ya que en aquellos años lejanos ya se expresaban concretos principios de caridad y asistencia social, pero al mismo tiempo se insistía en la obligación de ganarse el pan a través del trabajo. Por entonces el deber de socorrer las necesidades de los demás dependía de su incapacidad para trabajar.
“Si el que llega es un caminante, ayudadle, en cuanto podáis; sin embargo, no permanecerá entre vosotros más que dos días, o, si hubiere necesidad, tres. Más si quiere establecerse entre vosotros, teniendo un oficio, que trabaje y así se alimente. Más, si no tiene oficio, proveed conforme a vuestra prudencia, de modo que no viva entre vosotros ningún cristiano ocioso. Caso que no quisiese hacerlo así, es un traficante de Cristo. Estad alerta contra los tales” (12,2-5: BAC 65,90).
Quedaron desde aquellos primeros trescientos años muchas cosas inconclusas. Hubo una continuidad en las ceremonias inspiradas en costumbres romanas, existieron muchos altibajos, discusiones dogmáticas y de estilo, hubo santos e impostores, hubo un Estado con sus riquezas y contubernios…y la pobreza y la miseria siguieron transitando por otros tantos caminos espinosos cada vez con un muchedumbre más numerosa.
Quiera Dios que sea hoy el tiempo de cambios profundos de la mano de un Francisco innovador y valiente.

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