- Pincélate la espalda con un poco de aceite batido en agua y cállate... se debe perdonar al que nos ofende. Esta es la regla.
- Bueno - había objetado don Camilo - pero aquí se trata de palos no de ofensas...
- ¿Y con eso?- le había susurrado Jesús - ¿Por ventura las ofensas inferidas al cuerpo son más dolorosas que las inferidas al espíritu?
- De acuerdo Señor. Pero debéis tener presente que apaleándomé a mí, que soy vuestro ministro, os han ofendido a vos. Yo lo hago más por vos que por mí.
- ¿Y yo acaso no era más ministro de Dios que tú? ¿Y no he perdonado a quién me clavó en la cruz?
- Con vos no se puede razonar - había concluido Don Camilo - Siempre tenéis razón. Hágase vuestra voluntad. Perdonaré. Pero recordad que si esos tales, envalentonados por mi silencio, me parten la cabeza, la responsabilidad será vuestra. Os podría citar pasos del Viejo Testamento.
- Don Camilo: Vienes a hablarme a mí del Viejo Testamento! Por cuanto ocurra asumo cualquier responsabilidad. Ahora, dicho entre nosotros, una zurra te viene bien, así aprendes a no hacer política en mi casa.
Don Camilo había perdonado. Sin embargo algo se le había atravesado en la garganta como una espina de merluza... la curiosidad de saber quien lo había felpeado.
Pasó el tiempo y un atardecer, mientras estaba en el confesionario, Don Camilo vio a través de la rejilla la cara de Pepón, el cabecilla de la extrema izquierda.
Que Pepón viniera a confesarse era tal acontecimiento como para dejar con la boca abierta. Don Camilo se alegró:
- Dios sea contigo, hermano; contigo que más que nadie necesitas de su santa bendición. ¿Hace mucho que no te confiesas?
- Desde 1918 - contestó Pepón.
- Figurate los pecados que habrás cometido en estos veintiocho años con esas lindas ideas que tienes en la cabeza.
¡Oh... bastantes! - suspiró Pepón.
- ¿Por ejemplo?
- Por ejemplo hace dos meses le di a usted un garrotazo.
- Es grave - repuso Don Camilo - ofendiendo a un ministro de Dios, has ofendido a Dios.
-Estoy arrepentido - exclamó Pepón - además yo no lo apaleé como ministro de Dios, sino como adversario político. Fue un momento de debilidad.
- ¿Fuera de esto y de pertenecer a ese tu diabólico partido, tienes otros pecados graves?
Pepón vació el costal.
En conjunto no eran gran cosa y Don Camilo la liquidó con una veintena de Padrenuestros y Avemarías. Después, mientras Pepón se arrodillada ante la barandilla para cumplir la penitencia, Don Camilo fue a arrodillarse ante el Crucifijo.
- Jesús - dijo - perdoname, pero yo le sacudo.
- Ni lo sueñes - respondió Jesús - Yo le he perdonado y tú también le debes perdonar; en el fondo es un buen hombre.
- Jesús no te fíes de los rojos: esos tiran a embromar... míralo bien ... ¿no ves la facha de bribón que tiene?
- Una cara como todas las demás. Don Camilo. Tu tienes el corazón envenenado!
- Jesús, si os he servido bien, concédeme una gracia: dejad por lo menos que le sacuda este cirio en el lomo... ¿Qué es una vela, Jesús mío?
- No - respondió Jesús - Tus manos están hechas para bendecir, no para golpear.
- Don Camilo suspiró. Se inclinó y salió de la verja. Se volvió hacia el altar para persignarse una vez más, y así se encontró detrás de Pepón quien, arrodillado, estaba sumergido en sus rezos.
- Está bien - gimió Don Camilo, juntado las palmas y mirando a Jesús - ¡Las manos están hechas para bendecir, pero los pies no!
- También esto es cierto - dijo Jesús de lo alto - pero te recomiendo Don Camilo: ¡uno solo!
El puntapié partió como un rayo. Pepón lo aguantó sin parpadear, luego se levantó y suspiró aliviado.
- Hace diez minutos que lo esperaba - dijo - ahora me siento mejor.
- Yo también - exclamó Don Camilo, que sentía el corazón despejado y limpio como el cielo sereno.
Jesús nada dijo. Pero se veía que también él estaba contento.
(Cap. Pecado Confesado. "Don Camilo". de Giovanni Guareschi)
.- San Benito tendrá nuevo párroco desde el mes que
viene:
SERÁ EL PBRO. JOSÉ ZANUTTINI.
Un apellido con
raíces en nuestra antigua Colonia 3 de Febrero...
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