Lo ocurrido con la candidatura de Marcelo ‘Manzanita’ González a intendente de San Benito, dentro del Frente Entrerriano Federal, ha desnudado de cuerpo entero a quien lo lidera y es a la vez candidato a gobernador de la provincia.
Jorge Busti echó por el suelo las legítimas aspiraciones de Marcelo González al engañarlo de una forma burda para negociar con grupos políticos que existen en los papeles membretados y que, para colmo, siempre sostuvieron en sus postulados la negación de los partidos tradicionales de nuestra provincia incluyendo al peronismo.
“Le durmió el nene” es el dicho que mejor cuadra para esta verdadera ejecución sin siquiera vendarle los ojos.
Llama mucho la atención que sea el propio Jorge Busti, quien en sus discursos refriega a sus adversarios con el slogán de la ‘lealtad peronista’, haya faltado seriamente a su palabra, a su compromiso con el sector mejor posicionado en San Benito para enfrentar al oficialismo local.
De una manera engañosa entretuvo al mencionado grupo que lidera M. González, dilatando los tiempos y faltando a su compromiso, para terminar negociando su candidatura con la Federación de Partidos Vecinales de la provincia, una organización de café que ‘no existe’ en el concierto político provincial y que estructura Alberto Olivetti, aquel que cuando tuvo que someterse a las urnas fue un vergonzoso fiasco.
Es increíble que en esta democracia tan particular a la que nos están acostumbrando los políticos, quien viene liderando un movimiento político provincial con el sostén de muchos militantes que creen en su palabra, pueda disponer de las aspiraciones políticas de sus seguidores subiendo o bajando a quien le plazca personalmente, sin tener un mínimo de consideración al legítimo derecho de elegir y ser elegido.
No es materia de discusión si tiene derecho o no a apoyar a unos o a otros en el entramado político entrerriano. Lo inaceptable es la farsa y la mentira armada en la búsqueda de sus propios objetivos sin observar el derecho de todos los demás con aspiraciones locales o regionales.
Ahora se puede comprender con absoluta claridad el por qué Busti va tumbando aquí y allá los ladrillos de una endeble construcción política, que terminó de ser viable desde que fue uno de los responsables de hacer abortar la idea de un gobierno con sello netamente federal, que recupere el rol autónomo de las provincias argentinas.
Era esta la idealización de una Argentina Año Verde, que no podrá ser viable desde que padece de una enfermedad terminal: es tramposa y mentirosa, es parte de un ardid que se enancó en un conflicto nacional, cabalgando sobre una idea genial que brotaba desde varias provincias, pero que Busti transformó en una herramienta personalista para lograr sus propios objetivos.
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