martes, 6 de agosto de 2019

LA CABEZA DEL GENERAL FRANCISCO RAMÍREZ

SE SEGUIRÁ INTENTANDO SU RECUPERACIÓN
SU BÚSQUEDA ES UNA DEUDA ENTRERRIANA
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Se vienen organizando los actos conmemorativos de la Batalla de Las Tunas ya que el 24 de junio de 2020 recordaremos el Bi Centenario de dicho enfrentamiento entre los caudillos José Gervasio Artigas y Francisco Ramírez.

La Municipalidad de San Benito está empeñada en darle a esta conmemoración el realce que se merece. Hoy visitó el Palacio Municipal el Sr. Marcelo Panozzo de la Secretaría de Cultura de la Nación, quien se mostró muy interesado en la organización del mismo con el debido tiempo. Los distintos actos deberán tener la importancia que se merecen y la organización de los mismos estamos en condiciones de afirmar que ya está en marcha.

Para ir ambientándonos con este apasionante pasaje de nuestra historia vamos a intentar desde SAN BENITO AHORA recrear un poco el recuerdo de las distintas faces de aquel tiempo de caudillos; se sabe que cuando Francisco Ramírez fue alcanzado por un disparo en campos de Río Seco, Pcia, de Córdoba, al intentar liberar a su amada Delfina, y cayó muerto el 10 de julio de 1821, fue cortada su cabeza y traída al caudillo Estanislao López, quien la exhibió en la puerta del Cabildo, luego la hizo instalar en el atrio de una iglesia de la ciudad de Santa Fe, para colgarla finalmente de la jaula en la que la tenía embalsamada en de las arcadas del Cabildo de la vecina ciudad.
Algunos historiadores comentaron que dicha cabeza fue retirada a instancias del Pbro. José de Amenábar, quien se habría encargado de darle cristiana sepultura. No es temerario afirmar que la versión es digna de credibilidad dado que dicho cura tenía una fuerte representatividad, incluso en el terreno político, por lo tanto es verosímil dicha versión.
En el mismo orden siempre se afirmó que el destino final de la cabeza del General Francisco Ramírez habría sido sepultada, guardada o escondida en la antiquísima Iglesia Nuestra Señora de los Milagros, construida por 1660, Monumento Histórico Nacional desde 1942. Dicha iglesia, a partir de la expulsión de los jesuitas de América en 1767, fue administrada tiempo más tarde por los clérigos mercedarios, quienes pusieron dicha iglesia bajo la advocación de la Virgen de la Merced. Posteriormente, con el regreso de los jesuitas, la recuperaron y todavía la administran, al lado del Colegio de la Inmaculada Concepción, (ubicada en calle San Martín al 1600).
Las búsquedas de la cabeza de Ramírez datan de 1999, sin embargo nada se ha aclarado todavía. Es una deuda histórica que sería muy importante saldar, siempre y cuando se cuente con la colaboración de parte de la curia santafesina. Dentro de los argumentos para indagar en la misma, con todos los recaudos necesarios, se cuenta con la declaración de Monumento Histórico Nacional lo que podría dar cierta justificación a una investigación más profunda sobre el particular.
Por ese tiempo, las iglesias católicas eran utilizadas comúnmente como cementerios desde tiempos en que todavía estaban los jesuitas en el país. En Paraná, por poner un ejemplo, en los registros de los libros de registros de Defunciones se observa que las sepulturas se realizaban dentro de los precarios templos, cuyos pisos eran de tierra, o de lo contrario en sus fondos, incluso en el atrio de las mismas.
Sobran los ejemplos:
“22 de noviembre de 1786. Fue sepultado en el cuarto lance (tirante o cabriada) de esta iglesia Juan Rodríguez, hijo de Guillermo Rodríguez, viudo de Josefa Otero…” (Hoja 071/01. Libro de Defunciones Iglesia Ntra. Sra. Del Rosario de Paraná)
“30 de diciembre de 1786…Fue sepultado en el segundo lance de esta iglesia Marcelina Gómez, que murió con todos los sacramentos…” (Hoja 072/01. Ídem)
“16 de agosto de 1787… Fue sepultada en el cementerio de esta iglesia la párvula Manuela Saucedo, hija de Isabel Saucedo…” (-Hoja 078. Idem)
“29 de junio de 1788…Fue sepultado en el octavo lance de esta iglesia Fermín Cardoso, casado con María Antonia Maidana, recibió el sacramento de penitencia y extremaunción-(Hoja 086. Idem)
“31 de octubre de 1788. Pbro. José Martiniano Alonso.
“Fue sepultado en el campo santo de esta iglesia  Miguel Ríos, recibió los sacramentos de penitencia y extremaunción…”. (Hoja 089)
“19 de abril de 1794…Fue sepultado el párvulo en el sétpimo lance de esta iglesia Manuel Ambroug, hijo de Ambrosio Ambroug y María Isabel Cherapotí, indios de Yapeyú, fue sepultado junto a la puerta trasera del poniente en el séptimo lance…” (Hoja 104. Idem)
Se puede afirmar también que se acostumbraba en aquel tiempo sepultar los huesos de personas fallecidas hacía tiempo:
“8 de febrero de 1766. Fueron sepultado en el segundo lance de esta iglesia los huesos del niño Marcelino González, hijo de Simón González y Martina Maydana, vecinos de este partido…” (Hoja 102. Idem)
- Hoja 036/01. 5 de enero de 1765. Pbro. Francisco reyes.
Fueron sepultados los huesos de Juan Suárez, natural de Santiago del Estero, marido de Justa Francisco, el cual se ahogó por noviembre del sesenta y tres en el Río Miriñay, fueron sepultados de limosna en el umbral de la puerta mayor de la parte de adentro…” (Hoja 036.01. Idem)
Estos datos preliminares sirven para orientarnos respecto a lo que sería una casualidad de mucha trascendencia recuperar lo que pertenece a este suelo entrerriano, donde debería tener su mausoleo como corresponde.
Mientras tanto, esperando un verdadero milagro, San Benito ya se está preparando para recordar el Bi Centenario de la Batalla de Las Tunas en venidero 24 de junio de 1820.

"Existe constancia de que el suegro de Estanislao López, el protomédico Manuel Rodríguez, le practicó un tratamiento para preservarla y así poder presentarla en público. Hasta aquí lo consignado por la documentación oficial disponible. 
Por la información periodística de la época sabemos que estuvo expuesta en una de las arcadas del Cabildo, ante la imposibilidad de hacerlo en el frente de la iglesia matriz debido a la oposición de las autoridades eclesiásticas. Finalmente el cráneo tuvo un destino aún no develado totalmente. Por información de los cronistas de la época tenemos noticias que por iniciativa del gobernador López, ante recomendaciones de representantes de la Iglesia -tal vez con intervención del influyente padre José Amenábar-, se dispuso su cristiana sepultura en un cementerio de la ciudad (el único que había en ese tiempo era el de San Antonio, dos manzanas donde actualmente está el Colegio Nacional, calle Mendoza, entre Urquiza y 4 de Enero). A este respecto las versiones son disímiles. Hay quienes sostienen que fue sepultada en el cementerio de la Iglesia de la Merced - por esa época el templo que actualmente se denomina Nuestra Señora de los Milagros, perteneciente a la Compañía de Jesús-, otros aseveran que fue en el interior del mismo templo -costumbre muy arraigada hasta entrado el siglo XIX-. También existe la versión que sostiene que el sitio de la sepultura fue un cementerio que hubo en la ruinas de una antiguo convento de los mercedarios -actualmente se encuentra la sede de EMAÚS-, y otra orientada al cementerio que poseían los padres dominicos. Tal dispersión de la información no cuenta con el respaldo de ninguna documentación oficial.
Entre 1998 y 1999 se llevó a cabo una investigación, auspiciado por el gobierno provincial y el Consejo Federal de Inversiones, para recopilar información y profundizar la búsqueda del sitio donde se sepultó su cabeza. Lamentablemente importantes fuentes documentales no fueron halladas, entre ellas los libros contables que llevaban los padres mercedarios, cuando el convento jesuita estuvo bajo su administración.
Para salvar el vacío de documentación escrita, se recopilaron testimonios orales basados en tradiciones populares y la versión de un descendiente del protomédico Manuel Rodríguez. De acuerdo al relato de esta persona, la cabeza de Ramírez permaneció expuesta en un pica, en medio de la plaza principal de Santa Fe, hasta que Rodríguez le recomendó al gobernador López la necesidad de darle sepultura. Así fue que durante una noche de 1821, el propio protomédico Rodríguez y un sacerdote, que sería el mercedario encargado del convento, la quitaron de su sitio y la sepultaron en “la parte de atrás del altar de la iglesia de la Merced” -hoy Nuestra Señora de los Milagros-. La información de este suceso cobró carácter de secreto de familia que fue trasmitido al hijo primogénito de Manuel Rodríguez, con la recomendación de que fuera comunicado por aquel a su primer hijo varón. Quién brindó el secreto al equipo de investigación es una persona mayor, soltero y sin hijos a quien dejarle este dato tan largamente atesorado.
El cúmulo de noticias trasmitidas oralmente, cotejadas con las informaciones brindadas por los historiadores y cronistas de la época muestran coincidencias interesantes. El historiador santafecino Ramón S. Lassaga dice que fue la cabeza de Ramírez fue enterrada en “la iglesia Merced”, en tanto el cronista Urbano de Iriondo nos informa que la sepultura se llevó a cabo en el cementerio de “la iglesia de la Merced”, diferenciándolo del cementerio de la “Merced vieja”, al cual alude en otra parte de sus escritos cuando se refiere al antiguo cementerio que hubo en las cercanías de la sede de EMAÚS. La historiadora entrerriana Beatriz Bosch asegura que fue sepultada “en el fondo del templo de los padres mercedarios”. En esta línea de investigación se analizó la evolución de la construcción de las edificaciones y la posibilidad de existencia de tumbas o criptas en el sitio señalado. También se tuvieron en cuenta testimonios de mediados del siglo XIX que mencionan la búsqueda de presuntos “tesoros” ocultos debajo del altar o del piso de la sacristía del templo, y los trascendidos sobre túneles o construcciones similares que atravesarían el subsuelo. Con el objeto de corroborar estas versiones se practicó un estudio mediante prospección geoeléctrica que determinó la existencia de indicios de huecos en el subsuelo del patio adyacente de la iglesia, debajo del piso del presbiterio y de la sacristía. El interrogante que se pretendió responder es si habría sido posible sepultar los restos de Ramírez en un sitio previamente acondicionado y secreto que impida cualquier intento de rescate o profanación.

Queda para la posteridad continuar la búsqueda de nuevos aportes documentales y la posibilidad de practicar una excavación para determinar la existencia de los restos, y procurar su traslado la ciudad que vio nacer y forjar uno de los caudillos más influyentes de los albores de la historia patria".




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