Tribuna de Opinión
ABC COLOR, Asunción, Paraguay.
07 de Octubre de 2012
Cualquier conocedor de la política latinoamericana, pasada y presente, comprende que una eventual derrota de Hugo Chávez en Venezuela es simplemente impensable. No puede suceder; porque si ocurriera, se derrumbaría un tinglado mucho más grande que el que cubre la política venezolana. Hay demasiados intereses en juego en la región y los jugadores ni son tontos ni son inexpertos.
La situación económica de Venezuela, especialmente en lo que concierne al ámbito productivo, es catastrófica. En los últimos diez años perdió la mitad de sus empresas privadas. De las que resistieron, más de 1.100 fueron o expropiadas (10%) o confiscadas (90%) por el Estado chavo-marxista, que aun con feroces sistemas restrictivos y de vigilancia no pudo impedir la fuga masiva de capitales aterrorizados. Gracias a la política chavista de destrucción de la empresa privada de su país, Panamá, convertida en asilo de los recursos financieros venezolanos ahuyentados, goza ahora de gran crecimiento económico. Por el control de cambio, la diferencia entre el dólar oficial y el paralelo está en la asombroso porcentaje de 177%.
Empeora la situación una inflación que el año pasado alcanzó el 28%, batiendo el récord en Latinoamérica. No obstante lo cual, muchos venezolanos mejoraron sus condiciones de vida. ¿Cómo lo logra Chávez? Muy simple: repartiendo a troche y moche el dinero proveniente de la exportación de petróleo, cuyos precios mundiales oportunamente ascendentes proporcionan un fuerte espaldarazo al prebendarismo y al populismo chavistas. Este queda irrefutablemente demostrado con las cifras de su gasto público, que en 2012 trepó del 30% del PIB al 43%.
A los paraguayos nos resulta muy fácil entender cómo funciona un régimen dictatorial, de corte militarista, corrupto y prebendario como el que implantó Chávez en Venezuela, y qué puede esperarse de las elecciones en las que esté en juego su permanencia en el poder. Sabemos muy bien cómo se manifiesta la “voluntad del pueblo” en estos casos y, por esta experiencia histórica que tenemos muy fresca en nuestras costillas, nos atrevemos a vaticinar que, una vez más, el gorila bolivariano se va a golpear el pecho y a hacer sonar sus gruñidos triunfales parado sobre los cuerpos derribados de sus oponentes en las elecciones de hoy en Venezuela. Ojalá nos equivoquemos, para el bien de Venezuela y la región.
Sea cual fuere la realidad política subyacente en Venezuela, es posible tener una certeza: Chávez va a recurrir a todas las trampas conocidas o inventar nuevas para acumular una cantidad de sufragios que no deje lugar a dudas de su predominio. Allí estarán los observadores internacionales, mayormente sus amigotes de la Unasur, para “certificar” que su triunfo fue indiscutible.
Por lo demás, ningún fraude es necesario cometer a la vista de extraños cuando la maquinaria electoral funciona en el fondo del patio de la propia casa. Los paraguayos recordamos a la “Junta Electoral Central” de Stroessner, que avalaba lo que el propio dictador ya anunciaba mucho antes de contarse las papeletas. “Hasta les regalamos votos a la oposición”, dijo una vez.
En ningún país del mundo un régimen marxista, ni siquiera de los que hipócritamente se “aggiornan” con el sistema capitalista, logra mantenerse en el poder si no es con el auxilio de las bayonetas y la censura a la libertad de expresión. No se conoce ninguno, y la Venezuela chavista no es la excepción.
Ni siquiera repartiendo alocadamente sus petrodólares podría un régimen como el de Chávez sostenerse en el poder si no contara con la certeza del incondicional respaldo de las FF.AA., listas para cumplir con la consigna “Socialismo o muerte”, sea cual fuere la alternativa electoral. De todos modos, y por las dudas, Chávez ya afirmó varias veces que si no votan por él, podrían estar arriesgando llegar a una guerra civil.
Los venezolanos van hoy a lo que posiblemente sean las elecciones más desiguales de su historia. Hugo Chávez habló más de cuarenta horas en cadenas oficiales obligatorias en radio y TV en los últimos dos meses. Los candidatos opositores disponen de tres minutos por día. Chávez lleva casi 14 años en el poder, gobernando a su país por decreto y siendo el administrador absoluto y fuera de todo control institucional del dinero del Estado. Los opositores, igual que aquí bajo nuestra dictadura, ni siquiera tienen acceso a los empleos públicos. ¿Alguien se atreverá a decir que las elecciones venezolanas enfrentan a dos candidaturas en igualdad de condiciones? Sí, los de Unasur y los del Mercosur.
Como si lo anterior no fuera suficiente, Chávez también tendrá poderosos aliados externos, comenzando por Dilma Rousseff y su club de la Unasur, que harán lo que esté a su alcance para “cooperar” en lo que puedan con el gorila amigo, el de la “grossa” billetera, el de los generosos “maletines”. Un país vecino grande como Venezuela, con 30 millones de habitantes hambrientos, con una economía productiva destrozada, que no puede producir ni el 20% de lo que consume, es el mejor regalo que a Brasil le pudiera ofrecer la región. Venderle a Chávez, negocio redondo. Chávez derrotado y fuera del gobierno: una catástrofe para Dilma. Ni pensarlo.
Hay que imaginar a la pobre y menesterosa Cuba castrista sin Chávez, sin los 40.000 barriles de petróleo diarios que recibe de regalo. A Ecuador y Bolivia, sin la asistencia financiera chavista para sus proyectos de fortalecimiento de sus Fuerzas Armadas, y otros similares que constituyen la base de sus respectivos planes de sometimiento a sus pueblos para perpetuación hegemónica. A Cristina Fernández, sin los “maletines” para sus campañas electorales y otras cuentitas.
No. Simplemente es impensable que Chávez sea derrotado en estas elecciones. Quienes creen sinceramente en la democracia y tienen fe en el futuro político de una América Latina con pueblos libres para escoger, la “reelección” del gorila bolivariano –a la que seguirán la de Correa, la de Evo y, tal vez, la de la propia Cristina– será una advertencia más que la historia les hará de que el camino hacia esos anhelos no es llano ni rectilíneo.
Sin embargo, no por eso hay que perder las esperanzas, sino redoblar los esfuerzos para rescatar a la región de las garras del autoritarismo –esta vez, de la izquierda mentirosa y violenta–, para que vuelvan a reinar plenamente en todos los países las libertades ciudadanas y los derechos humanos.