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FORMACIÓN DE JINETES REMEDANDO LAS ANTIGUAS MONTONERAS ENTRERRIANAS |
¡MÁS ALLÁ DE LA DESGRACIA
POR LA SANGRE DERRAMADA!
¡LO QUE NO QUISIMOS CONTAR EN ESPINILLO!!!
Dada la necesidad de abreviar lo mejor posible por respeto a los jinetes que se dispusieron en formación ante el monolito recordatorio de la Batalla del Espinillo, hubo que abstenerse a varios detalles, pero no quiero olvidar lo que, por haber sido el último día de carnaval - si nos ajustamos a lo que hoy recordamos como fiesta pagana - es digno de mencionar.
Por supuesto que con todo el respeto que se merecen aquellos hombres que cayeron en esa lucha - alrededor de 300 argentinos - pero lo que voy a narrar no es una ocurrencia personal, ni siquiera de algún aventurado historiador del pasado.
Es lo que narró el mismísimo Eduardo Kailitz, Barón de Holmberg, en su Diario de Campaña, en relación al Ejército en Marcha que tuvo que hacer penando de principio a fin en el territorio entrerriano, cuando vino en busca de la cabeza de Artigas.
Cuando José Gervasio Artigas, envió desde A. de la China a Paraná a los oficiales enemigos detenidos desde el 23 de febrero de ese año para que estuvieran presos hasta que se resolviesen las negociaciones que realizaban el fraile Mariano Amaro y el conocido Francisco Candioti de Santa Fe, para firmar un acuerdo con Buenos Aires, estuvo entre dichos oficiales el alférez Estanislao López, luego caudillo de Santa Fe, quien tuvo un opaco desempeño en la batalla.
También estuvo el Capitán Ramón Guerrero (parece que de valiente no tenía nada), quien había estado al frente de los Pardos de Punta Gorda (Diamante), y se escapó de la cárcel en la Bajada del Paraná, poniendo en serio riesgo la vida de los demás detenidos, hasta al mismo Holmberg, pero dejen que sea éste mismo quien se lo cuenta al Director Supremo Don Gervasio Antonio de Posadas, quien nos ponga en situación:
Solamente añadiré que no puedo ni
debo pasar en silencio la escandalosa conducta que ha tenido el día de la
acción el Capitán Don Ramón Guerrero, Comandante de la Compañía de Pardos de
Punta Gorda, habiendo antes que empezase la acción enviado mi ayudante Don
Martín Castañer con la orden de decir al dicho Guerrero de estar a la mira de la
caballada, no lo encontró y habiendo recorrido yo mismo mi línea vi de lejos a
dicho Capitán que se metió dentro de las carretillas (carretas), lo llamé y le dije
reconviniéndole de irse a su Compañía a lo que me respondió que un balazo le
había traspasado el estómago. Yo no podía hacer más que recomendarle a dios (por ser masón lo escribe en minúscula) y
decirle de meterse en una carretilla.
Creerá V. E. que este Oficial, tan
herido, se comió en nuestra retirada un medio queso, (y) dio en la misma
noche, después de haber capitulado, un
galope a mi lado a toda carrera, y que el día después no obstante haber el
estómago traspasado de un balazo y haber sido toda la noche expuesto a un
excesivo aguacero, comió extremadamente.
De modo que, dudando yo de su herida,
le obligué a enseñármela y no encontrando absolutamente nada, me dijo a mí y a
otros oficiales, ..“que el viento de la bala le había cortado las entrañas”.
Yo creo que si es obligación de un
Jefe de hablar en favor de los que lo merecen, tampoco debe callarse sobre el
oficial el cual, observando una conducta tan despreciable como la que observó
el Capitán Guerrero, lo hace indigno del título y del Uniforme con que el
Estado lo ha condecorado.
Bajada del Paraná. 17 de mayo de
1814.
EDUARDO HOLMBERG