2004 - 25 DE JULIO 2016
Resulta difícil hilvanar palabras para poner de relieve en esta fecha un acontecimiento que golpeó profundamente a una familia de nuestra ciudad, pero que también se transformó en una dolorosa mancha para todos los que habitamos este suelo y que - por la impiadosa repercusión mediática nacional e internacional - fue tema para el comentario cotidiano de millones de personas.
Pero en esta oportunidad, es preciso detenerse en nuestra reacción, en el análisis local de aquel hecho lamentable y sus consecuencias, que persisten todavía con fuerza haciéndonos sentir impotentes... y engañados para unos cuantos.
Nunca se pudo lograr seguridades respecto a lo que realmente sucedió aquel 25 de julio por la tarde, cuando todos estábamos prendidos al televisor mirando cómo el seleccionado de fútbol de Brasil nos ganaba por penales en la final de la Copa América en el Estadio Nacional de Lima.
Quedó flotando en el común denominador del ciudadano la idea que el estado provincial tuvo torpeza evidentes en la investigación, que hubo desviaciones y enredos sugestivos lo suficientes como para echar un manto de sospecha sobre lo actuado; contradicciones por doquier abundaban todos los días y todo se direccionaba hacia el efecto periodístico nacional, antes que a lo que a nosotros nos interesaba en realidad: la aparición sana y salva de esa niña de nuestro pueblo.
No fue así.
De Fernanda nunca más se supo.
Hubo un partícipe al que - sospechosamente - se le cargaron todas las culpas, sin importar si se encubría o no a terceras personas; de buenas a primeras el supuesto criminal ("territorial", como alguno lo ha tildado) había quedado sindicado como único autor, se suspendieron todas las demás hipótesis y lo demás fue lo que conocemos.
Fárrago de papeles membretados, dimes y diretes, ninguna certeza.... o si.... se tomó como una certeza los dichos de Mirta Chaves, concubina del supuesto asesino, que sostenía una confesión de Lencina afirmando haberla ahorcado... eso era prácticamente imposible de hacerlo efectivo y desaparecer el cuerpo en tan corto tiempo.
¿Desde cuando se cambió el protocolo elemental y se entendió como veraces palabras de asesinos y cómplices, cuando en la realidad histórica generalmente mintieron en casos similares?
¿Y si en realidad Lencina la capturó, la entregó a otra u otras personas, que bien se pudieron movilizar en un Taunus y se quedó con las zapatillas como suplemento del botín 'en efectivo' y usó el número de teléfono de la familia para aprovecharse y extorsionar para hacerse de un dinero extra en efectivo?... ¡todo pudo ser!
Aquella calavera con una rosa pendiendo de la dentadura colocada en la luneta trasera de un Ford Taunus existió, el vehículo estuvo por lo menos una semana antes recorriendo nuestra ciudad, los que usaban el vehículo vivían circunstancialmente en un barrio nuestro, incluso estuvieron severamente vigilados hasta el sábado 7 de agosto de ese año a la madrugada; eran horas de enfocarse de lleno en la hipótesis más sencilla, echando el peso del fardo en el reciente suicidado "asesino" Miguel Lencina...
Ni opinar de los que nunca faltaron - ni faltan - 'periodisteros' amarillos que jugaron en ese momento para los intereses de Busti (gobernador) y Urribarri (Ministro de Gobierno y Jefe de la policía provincial) y direccionaron a ultranza la opinión pública, sin aceptar nunca otra hipótesis que la del asesino serial que ya no estaba para defenderse, entre los que se destacaron Claudia Martínez, el inefable Matioda, y otros tantos conocidos.
De las autoridades policiales provinciales ni hablar, ya que su actuación fue sospechosa o propia de inexpertos, únicamente comparable con la retroexcavadora buscando la guita de Lázaro Báez en los inconmensurables pedregales sureños.
Hoy estamos como entonces, sin que nadie pueda darnos certezas de lo realmente sucedido.
El expediente duerme siesta a la espera de nuevas pruebas o evidencias que justifiquen sacarlo del letargo, aunque está ahí - sin cerrarse - por ser un caso de 'lesa humanidad'.
Y nosotros, bien gracias, condenados a no saber nada de nada sobre el destino cierto de Fernanda Aguirre, una niña que empezó a ser un símbolo de lo que no puede suceder nunca más a partir de ese mismo 25 de julio de 2004.
No hay que perder las esperanzas, aunque el tiempo las diluya de manera irremediable.
Ni siquiera hay un lugar físico donde poner una flor en su homenaje, donde elevar una plegaria a los creyentes, donde rogar por su aparición con vida o por el sereno descanso 'en la luz que no tiene fin', en el reencuentro para siempre con su madre que partió tiempo después.
Impotentes...
...Aunque resistimos e insistimos desde lo más profundo porque se sepa la verdad.
Nos sentimos todos impotentes a doce años de la desaparición de la niña Fernanda Aguirre de San Benito, tristemente recordada por los habitantes de nuestra patria.