CAPÍTULO VII
Pese a los remezones de pareja y a la infortunada situación provocada por aquella noticia íntima, la actividad oficial continúa con normalidad, si es que normalidad significa también seguir alimentando una relación que excede los límites formales; la procesión va por dentro, conllevando preocupación…y es natural que así sea; hacia afuera hay que vender sonrisas por muchos motivos, propios y por la función pública que ambos representan.
La secretaría comunal está atiborrada de papeles, llamados, pedidos y gestiones a realizar. El estilo que se ha impreso a la declamada ‘gestión’ actual es excesivamente centralizada, donde nada se hace sin pasar por la jefatura.
La confianza hacia el funcionariado se ha visto reducida desde que los que son responsables del manejo del tesoro no han respondido con la fidelidad necesaria o no han querido complicarse más la vida enredándose en manejos turbios.
Es entonces cuando la secretaría adquiere un rol preponderante y por allí se concentran todos los trámites del día; mientras, el presidente tiene que atender entrevistas pautadas y las que surgen por distintas urgencias, la actividad no puede detenerse y para ello está...la secretaria que ocupa ese lugar...ya se puede decir con todas las letras: cubre el rol de primera dama.
Es entonces cuando la secretaría adquiere un rol preponderante y por allí se concentran todos los trámites del día; mientras, el presidente tiene que atender entrevistas pautadas y las que surgen por distintas urgencias, la actividad no puede detenerse y para ello está...la secretaria que ocupa ese lugar...ya se puede decir con todas las letras: cubre el rol de primera dama.
En la secretaria privada se han declinado algunas formalidades, como por ejemplo: la firma del intendente para algunos expedientes y órdenes de compra para el comercio; allí se firma en calidad ‘de intendente’ sin ruborizarse, bajo la excusa de no molestar al jefe; la responsable es la portadora de la mayor confianza por parte del jefe comunal...no podía ser de otra manera.
Esto no hace más que agrandar la figura de la secretaria que desde hace un tiempo a esta parte ya ha comenzado también a dar órdenes y disponer en la institución, en más de una oportunidad levantando la voz a empleados antiguos, todo con la finalidad de agilizar el movimiento cotidiano. Esto, ahora que las cosas están complicando su vida interior, le sirven de un fantástico escapismo de esa realidad que golpea en sus mejillas con insistencia.
Sin embargo, las facciones traicionan y exteriorizan la confusión, lo que el jefe ha percibido desde la primera hora de la mañana.
¡Qué difícil es imaginar lo que se piensa en ese momento tan complejo!
La primera duda que surge es ¿habrá existido realmente un atraso en esa naturaleza femenina?...¿no sería una estrategia...una forma de comprometer más al supuesto coautor de la travesura?
La vida, como la televisión por cable, ya nos pasó está película sobradas veces como para no invadirnos de dudas, imaginando un final por demás predecible.
¿Es verdad lo del amor del jefe o es el sedante necesario para hacer más ‘equilibrada’ la actividad? ¿no será un juego, nada más, un juego peligroso e innecesario? Seguramente, en la medida que nos adentremos en este laberinto podremos sacar nuestras propias conclusiones…
Yo no quiero un amor civilizado con recibos y escenas de sofá. Yo no quiero que viajes al pasado y vuelvas del mercado con ganas de llorar. Yo no quiero vecinas con puchero. Yo no quiero sembrar ni compartir. Yo no quiero catorce de febrero y cumpleaños feliz… Yo no quiero cargar con tus maletas. Yo no quiero que elijas mi champú. Yo no quiero mudarme de planeta, cortarme la coleta, brindar a tu salud. Yo no quiero domingos por la tarde. Yo no quiero columpio en el jardín. Lo que yo quiero, corazón cobarde, es que mueras por mí… Y morirme contigo si te matas, y matarme contigo si te mueres, porque el amor cuando no muere mata, porque amores que matan nunca mueren. Yo no quiero juntar para mañana, no me pidas llegar a fin de mes. Yo no quiero comerme una manzana dos veces por semana sin ganas de comer. Yo no quiero calor de invernadero. Yo no quiero besar tu cicatriz. Yo no quiero París con aguacero y Venecia sin ti… No me esperes a las doce en el juzgado, no me digas “volvamos a empezar”. Yo no quiero ni libre ni ocupado, ni carne ni pecado, ni orgullo ni piedad. Yo no quiero saber por qué lo hiciste. Yo no quiero “contigo” ni “sin ti”. Lo que yo quiero, muchacha de ojos tristes, es que mueras tú por mí…” (“Contigo”. Andrés Calamaro)
La preocupación, al parecer, ha sido pasajera…¡una falsa alarma, nada más! Felizmente para ambos todo continúa desarrollándose con mucha normalidad; a la vez es bueno para el pueblo en su conjunto que no puede encontrarse envuelto en un conflicto del que se hace partícipe nada más que por convivir en el mundillo de sus gobernantes.
Es inevitable que las buenas nuevas del ‘negativo’ de la prueba traigan aparejados algunos reclamos que parten del ego, del celo – tal vez simulado – porque hay que cuidar esa quintita tan apetecida por esas intrusas que sin pelarse quieren comerse esa manzana deliciosa y de exportación sin mérito alguno.
Una situación curiosa desata la reacción en la secretaria al ver que todos quedan obnubilados por una presencia femenina que llega por primera vez a entrevistarse con el jefe comunal.
SECRE: ¿Quién es la morocha, que están todos enloquecidos, ¡me imagino que vos ni la mirastes!
BB: No se…ni idea… no me gustan las morochas. Jaja.
SECRE: ¿Y porqué demorastes tanto en contestar?...ya me contaron que están todos baboseándose…¡MENTIROSO!!!
BB: Símbolo de ojos con lágrimas. Pero puede tomarse como una ironía y haciendo “la del perro que volteó la olla” como dice el adagio popular.