Desde entonces
Francisco José, rodeado por unos quince miembros de su familia, no estará más
en San Benito, sino que estará colgado en una pared de mi casa friulana, no con
el triste destino de su estirpe, sino con él, a ambos lados, el retrato de
Raditzky y del Príncipe de Schwarzenberg, quién parece le dijera al viejo
canciller de Metternich que está frente suyo, en otra pared: -»Nuestra
institución intempestivamente, escrupulosamente y honradamente aplicada, objeto
de diligente y cuidadosa búsqueda por parte de los estudiosos de todos los
pueblos conservará la grata memoria de
nosotros aun cuando haya concluido para siempre nuestro viaje terreno. Con
nuestra tolerancia, confrontable con las más diversas creencias religiosas, con
el respeto hacia las otras lenguas, culturas y nacionalidades, hemos creado un
estado supranacional que ciertamente servirá de ejemplo a las futuras
generaciones» -.
Sobre éste y otros
motivos válidos estaba fundado el sincero apego a la monarquía de los abuelos y
de los actuales habitantes de San Benito, que habían sabido llevar consigo al
partir de su pueblo natal en busca de trabajo y fortuna en la lejana América,
entre sus pocas y pobres pertenencias, un retrato del rey soberano y de su
familia, cual testimonio de singular y más profundo apego a una dinastía que, en el curso de
tantos años, había sabido crear signos de estima y también de afectos entre sus
súbditos.
Este episodio le da
ahora un giro, aunque no fuera
necesario, contrariamente a cuánto afirmaron algunos historiadores de la edad
romántica del resurgimiento, el apego profundo y sincero también de la
población friulana, además de la triestina e istriana hacia la antigua dinastía
y que la razón de este apego no es para indagarla solamente en el hecho que los
señores feudales y altos clérigos habían tenido tantos años tras la Alemania.
Esta estaba fundada
sobre la tradición de las instituciones, sobre su puntual observancia de parte
de todo individuo independientemente del grado
y clase social, sobre los considerables reportes del Estado hacia los
ciudadanos, sobre el orden respetado dondequiera y sobre la prosperidad moral y
material exteriorizada por toda la población.
Por esta razón parece legítima la fundación creada en los últimos tiempos no solo en Trieste, sino también en Gorizia, Cormons, y en otras partes, de asociaciones de Amigos de Ausburgo, lo que festejamos hoy en el aniversario del viejo emperador, cuya bandera simboliza la antigua monarquía mittel-europea. ANGELO FILIPUZZI".
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