Había una vez un actor de teatro que era tan convincente que cuando el decía sobre el escenario:
- ¡Lloren! - el público se ponía a llorar... si decía:
- ¡Griten! - todos gritaban.
Un buen día tropezó con una tabla del escenario y dijo:
- ¡Mierda!
... Todavía están lavando el teatro...
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