EL CRIMEN DE JUAN
SCHONFELD DE MARIA LUISA
PARTE II:
Siguiendo con el
desarrollo de este lamentable y apasionante caso del crimen de Juan Schonfeld del 23 de abril de 1919, fueron los
propios vecinos de esa localidad quienes salieron a aclarar lo ocurrido, ya que
en el diario oficialista se habían tergiversado los hechos a conveniencia del
poder turno.
El 26 de abril una
misiva dirigida al Director del diario ‘La Acción’ de Paraná, firmada por una
buena cantidad de vecinos de María Luisa,
aclaraba las informaciones distorsionadas, dando fe de lo ocurrido realmente y, “desmintiendo categóricamente aquella
versión que por algunos mal intencionados fue puesta en circulación para
desorientar la opinión pública, y para quitar al hecho todo lo horroroso que
involucra”.
Los vecinos
continuaron afirmando que, “después de
esta rectificación y oída nuestra más viril y vibrante protesta contra el
asesino y sus encubridores, podríamos darnos propiamente por satisfechos y
esperar tranquilamente la sentencia de la justicia que ha de tomar cartas en el
asunto... Y vea señor Director así lo habríamos hecho si no fuera por circunstancias
muy particulares, que se relacionan con el asesinato y cuya notificación y
esclarecimiento ha de contribuir poderosamente para determinar la culpabilidad
del asesino y señalar a todos aquellos que moralmente son culpables del triste
hecho y de sus consecuencias”.
En dicha carta se
comentaba meticulosamente el hecho ocurrido aquel desgraciado día de abril de
1919…
“El hecho… no se consumó en las cercanías de la
escuela fiscal como la falsa versión arriba aludida afirmaba, sino en un cuarto
del almacén de J. Enzenhöfer. No hubo tampoco atropello contra la escuela o su
director; el crimen se consumó cuando nuestra aldea se hallaba lo más tranquila
a la hora de la oración: se preguntará ¿por qué esta repetición, ya que todo
esto se ha dicho una vez?
Y lo diremos tres, cuatro, mil veces y lo diremos
siempre, para defender el decoro y la honra de nuestra aldea. Nosotros aquí no
somos atropelladores, sino gente que sabe respetar a todo el mundo; nosotros
nos sometemos a toda autoridad legítima, siempre que venga munida de la
legalidad; cumplimos escrupulosamente las leyes del estado y que esto es así,
lo podrían decir las estadísticas de causas criminales, que están al alcance de
todos; lo del atropello apareció en un diario de Paraná, fue un atropello a
nuestro honor y lealtad y un verdadero atropello a la verdad.
Toda la tarde del 23 se pasaba la víctima con
varios vecinos en trabajos que tendían al arreglo del camino que conduce a
Paraná. Al entrar el sol todos volvieron
a la Aldea. Antes de dirigirse a sus casas, entraban en el almacén de J. Enzenhöfer
donde se encontraron con el maestro Rivas.
En este almacén también fue donde Rivas se pasaba
casi todo el tiempo que no estuviera en la escuela. La situación de éste al
frente de la escuela fiscal era insostenible pues no tenía sino tan solo tres
niños.
Enfrente de la escuela fiscal, que solo contaba
con cuatro años de existencia, funciona desde hace 22 años una escuela
particular con 108 niños, cuya directora diplomada por el H. Concejo de
Educación es la señorita Bárbara Schonfeld, hermana de la víctima.
La escuela fiscal no prosperaba, el puesto de su
director venía a peligrar, por más que el Concejo y la sub Inspección de
escuelas hacían todos los esfuerzos para salvarlo. De aquí el odio que Rivas
alimentaba contra la familia de Schonfeld y que en particular tenía a don Juan,
por ser éste un defensor enérgico de la libertad de enseñanza.
Al iniciarse el mes de abril, Rivas había dirigido
al Director del Concejo de Educación una nota la que fue también publicada por
un diario de Paraná en la cual vertía un poco su odio contra la religión,
llamando a las escuelas donde se enseña el catecismo con una insolencia sin
igual poco más o menos “criaderos de brutos” y al personal docente
“degolladores”.
Estas expresiones bajas e incultas eran el objeto
de la discusión, que se abría poco después de haber entrado en dicho almacén
Juan Schonfeld y demás compañeros. Pero no fue más que una discusión que no
hacía prever un desenlace tal fatal,
dado la formalidad y sobre todo la virtud reconocida de la víctima.
De repente Rivas se levantó retirándose a un cuarto
oscuro, contiguo al despacho. Los vecinos empezaban a salir para dirigirse a
sus casas, Juan Schonfeld y otro vecino J. Ulrico aún permanecían hablando con
el dueño de la casa, con la intención de obtener de él la firma para una nota
colectiva dirigida al señor Gobernador de la Provincia, pidiendo su
intervención en el asunto de las escuelas. Juan Schonfeld, atraído por la
curiosidad, porque no cabe otro móvil, se acerca al cuarto, tras cuyo dintel
había desaparecido Rivas, diciendo estas palabras:…
¿Y el
maestro que hace aquí dentro?...
Dicho esto avanza para volver enseguida y
prorrumpir en el angustioso grito:
- Estoy herido..!
¿Que habrá
ocurrido en este momento? El asesino había recibido a su víctima con el arma en
la mano y sin que éste lo notara había asestado el golpe mortal. Consumado el
crimen el asesino pasó al otro cuarto de la casa, con una calma verdaderamente
sorprendente. Cuanto tiempo había quedado allí no se sabe con precisión. Del
almacén de Enzenhöfer se ha dirigido a la escuela de agricultura de las
Delicias. Desde allí logró avisar por medio del
teléfono a la autoridad policial, reclamando su intervención, e
inventando aquello del “atropello a la escuela fiscal”.
Los testigos que al día después tenían que
comparecer ante los comisarios en Las Delicias podían ver todo el cinismo que
ostentaba el criminal; pues con carcajadas los recibía desde la ventana donde
estaba colocado y sus expresiones y ademanes con que acompañaba aquellas era
otra prueba de la satisfacción que experimentaba el criminal después de haber
hartado su venganza.
El arma con que había dado muerte a la víctima era
desde que entró a la aldea su inseparable compañera. Preguntado porque iba
siempre armado, contestaba en más de una ocasión, que estaba destinada para
quien le molestara en su puesto. Esto acerca del hecho y acerca del criminal.
Por los datos traídos se ve que no se trataba
aquí de un hombre sorprendido por la ira o cólera momentánea, sino de un
criminal, que acariciando la idea de vengarse iba dispuesto a todo”.
(Sábado 3 de mayo
de 1919. “La Acción” de Paraná. Biblioteca Provincial de Entre Ríos)
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