miércoles, 25 de abril de 2018

CRÍMENES RESONANTES EN LA ZONA DEL DEPARTAMENTO PARANÁ


EL CRIMEN DE JUAN SCHONFELD DE MARIA LUISA
PARTE II:
Siguiendo con el desarrollo de este lamentable y apasionante caso del crimen de Juan  Schonfeld del 23 de abril de 1919, fueron los propios vecinos de esa localidad quienes salieron a aclarar lo ocurrido, ya que en el diario oficialista se habían tergiversado los hechos a conveniencia del poder turno.
El 26 de abril una misiva dirigida al Director del diario ‘La Acción’ de Paraná, firmada por una buena cantidad de  vecinos de María Luisa, aclaraba las informaciones distorsionadas, dando fe de lo ocurrido realmente y, “desmintiendo categóricamente aquella versión que por algunos mal intencionados fue puesta en circulación para desorientar la opinión pública, y para quitar al hecho todo lo horroroso que involucra”.
Los vecinos continuaron afirmando que, “después de esta rectificación y oída nuestra más viril y vibrante protesta contra el asesino y sus encubridores, podríamos darnos propiamente por satisfechos y esperar tranquilamente la sentencia de la justicia que ha de tomar cartas en el asunto... Y vea señor Director así lo habríamos hecho si no fuera por circunstancias muy particulares, que se relacionan con el asesinato y cuya notificación y esclarecimiento ha de contribuir poderosamente para determinar la culpabilidad del asesino y señalar a todos aquellos que moralmente son culpables del triste hecho y de sus consecuencias”.
En dicha carta se comentaba meticulosamente el hecho ocurrido aquel desgraciado día de abril de 1919…
“El hecho… no se consumó en las cercanías de la escuela fiscal como la falsa versión arriba aludida afirmaba, sino en un cuarto del almacén de J. Enzenhöfer. No hubo tampoco atropello contra la escuela o su director; el crimen se consumó cuando nuestra aldea se hallaba lo más tranquila a la hora de la oración: se preguntará ¿por qué esta repetición, ya que todo esto se ha dicho una vez?
Y lo diremos tres, cuatro, mil veces y lo diremos siempre, para defender el decoro y la honra de nuestra aldea. Nosotros aquí no somos atropelladores, sino gente que sabe respetar a todo el mundo; nosotros nos sometemos a toda autoridad legítima, siempre que venga munida de la legalidad; cumplimos escrupulosamente las leyes del estado y que esto es así, lo podrían decir las estadísticas de causas criminales, que están al alcance de todos; lo del atropello apareció en un diario de Paraná, fue un atropello a nuestro honor y lealtad y un verdadero atropello a la verdad.
Toda la tarde del 23 se pasaba la víctima con varios vecinos en trabajos que tendían al arreglo del camino que conduce a Paraná.  Al entrar el sol todos volvieron a la Aldea. Antes de dirigirse a sus casas, entraban en el almacén de J. Enzenhöfer donde se encontraron con el maestro Rivas.
En este almacén también fue donde Rivas se pasaba casi todo el tiempo que no estuviera en la escuela. La situación de éste al frente de la escuela fiscal era insostenible pues no tenía sino tan solo tres niños.
Enfrente de la escuela fiscal, que solo contaba con cuatro años de existencia, funciona desde hace 22 años una escuela particular con 108 niños, cuya directora diplomada por el H. Concejo de Educación es la señorita Bárbara Schonfeld, hermana de la víctima.
La escuela fiscal no prosperaba, el puesto de su director venía a peligrar, por más que el Concejo y la sub Inspección de escuelas hacían todos los esfuerzos para salvarlo. De aquí el odio que Rivas alimentaba contra la familia de Schonfeld y que en particular tenía a don Juan, por ser éste un defensor enérgico de la libertad de enseñanza.
Al iniciarse el mes de abril, Rivas había dirigido al Director del Concejo de Educación una nota la que fue también publicada por un diario de Paraná en la cual vertía un poco su odio contra la religión, llamando a las escuelas donde se enseña el catecismo con una insolencia sin igual poco más o menos “criaderos de brutos” y al personal docente “degolladores”.
Estas expresiones bajas e incultas eran el objeto de la discusión, que se abría poco después de haber entrado en dicho almacén Juan Schonfeld y demás compañeros. Pero no fue más que una discusión que no hacía prever un desenlace  tal fatal, dado la formalidad y sobre todo la virtud reconocida de la víctima.
De repente Rivas se levantó retirándose a un cuarto oscuro, contiguo al despacho. Los vecinos empezaban a salir para dirigirse a sus casas, Juan Schonfeld y otro vecino J. Ulrico aún permanecían hablando con el dueño de la casa, con la intención de obtener de él la firma para una nota colectiva dirigida al señor Gobernador de la Provincia, pidiendo su intervención en el asunto de las escuelas. Juan Schonfeld, atraído por la curiosidad, porque no cabe otro móvil, se acerca al cuarto, tras cuyo dintel había desaparecido Rivas, diciendo estas palabras:…
 ¿Y el maestro que hace aquí dentro?...
Dicho esto avanza para volver enseguida y prorrumpir en el angustioso grito:
- Estoy herido..!
 ¿Que habrá ocurrido en este momento? El asesino había recibido a su víctima con el arma en la mano y sin que éste lo notara había asestado el golpe mortal. Consumado el crimen el asesino pasó al otro cuarto de la casa, con una calma verdaderamente sorprendente. Cuanto tiempo había quedado allí no se sabe con precisión. Del almacén de Enzenhöfer se ha dirigido a la escuela de agricultura de las Delicias. Desde allí logró avisar por medio del  teléfono a la autoridad policial, reclamando su intervención, e inventando aquello del “atropello a la escuela fiscal”.
Los testigos que al día después tenían que comparecer ante los comisarios en Las Delicias podían ver todo el cinismo que ostentaba el criminal; pues con carcajadas los recibía desde la ventana donde estaba colocado y sus expresiones y ademanes con que acompañaba aquellas era otra prueba de la satisfacción que experimentaba el criminal después de haber hartado su venganza.
El arma con que había dado muerte a la víctima era desde que entró a la aldea su inseparable compañera. Preguntado porque iba siempre armado, contestaba en más de una ocasión, que estaba destinada para quien le molestara en su puesto. Esto acerca del hecho y acerca del criminal. Por los datos traídos se ve que no se trataba  aquí de un hombre sorprendido por la ira o cólera momentánea, sino de un criminal, que acariciando la idea de vengarse iba dispuesto a todo”. 
(Sábado 3 de mayo de 1919. “La Acción” de Paraná. Biblioteca Provincial de Entre Ríos)

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