Ha llegado para los argentinos una fiesta pagana que se recupera luego de muchos años en que se la había guardado en el altillo de los recuerdos; la celebración de los carnavales fue una tradición que se extendió hasta la década de los sesenta del pasado siglo, cuando se sepultaron para siempre las tertulias, los bailes de disfraces, los pomos, las serpentinas…y las siestas con la vorágine de juego con agua del... ¡al que le toca le toca!
La vecina ciudad de Paraná fue desde siempre sede de grandes fiestas de carnaval. Adquirió esplendor por los tiempos de la Confederación Argentina hasta su desaparición en 1861. Se fue el glamour del estado nacional con sus delegados extranjeros, pero el carnaval quedó incorporado fuertemente en la cultura paranaense.
Si se fueron transformando en un carrusel desordenado la Corporación Municipal nacida en 1873 se encargó de regular la actividad carnavalesca.
En la sesión del 14 de febrero de 1878 los municipales de entonces trataron el tema de los corsos y el cobro de entradas para los bailes de máscaras que se organizaban, haciendo referencia a la primera ordenanza sancionaba en 1876 que regulaba la actividad de los disfrazados, quienes de debían pagar cuatro reales bolivianos para entrar a los bailes en calidad de impuesto municipal.
En la sesión del 3 de diciembre del mismo año se sanciónó esta ordenanza:
“Artículo 1º.- Permítanse los bailes de disfraz desde el día 24 del corriente mes hasta el día de ceniza del año próximo.
Artículo 2º.- Los que quieran disfrazarse se presentarán a la Municipalidad a recabar su boleta y debiendo abonar por ella 25 pesos bolivianos, sin perjuicio de presentarse a la Jefatura Política a cumplir con las disposiciones policiales.
Artículo 3º.- Cada uno que se disfrace abonará al momento de conseguir la boleta en Tesorería dos reales bolivianos que serán destinados a la extinción de la langosta.
Artículo 4º.- Los comisarios de la Municipalidad quedan encargados por turnos de vigilar los bailes a fin de que en ellos se conserve la moralidad y respeto públicos que son debidos y para el cumplimiento de esta disposición.
Paraná, diciembre 20, de 1878”.
En “El Látigo”, diario de Paraná apareció este corto el jueves 12 de enero de 1893:
“CARNAVAL.
Desde ya nótase en la mayor parte de los principales puntos de nuestra campaña se preparan grandes fiestas para celebrar el carnaval, las unas con paseos, las otras con banquetes, y casi todas con espléndidos bailes, que se suceden hasta ocho días después en que se entierra el carnaval con el profundo sentimiento de todos.
Nosotros nos preparamos para dar a nuestros lectores extensas y detalladas crónicas de todas estas fiestas, ahora que tenemos en toda la campaña activos corresponsales que nos han garantido tenernos al corriente de todos los acontecimientos sociales que en ellas se realicen”.
“Se aproxima la fiesta del carnaval y ya se está pidiendo a la Municipalidad permiso para los bailes de máscaras, los cuales, varios de ellos por lo menos ha sido concedidos.
Con este motivo preguntamos ayer en el Departamento de Policía las medidas de orden público que se adoptarán para los bailes y con gran extrañeza nuestra se nos contestó que en la Jefatura aún nada se sabía de bailes, puesto que la Intendencia nada había informado al respecto.
Siendo esta clase de fiestas de un género tan “·excepcional”, que la presencia de la policía es indispensable, no sabemos a qué atribuir que la municipalidad no haya dado cuenta a la policía.
Indudablemente se trata de un olvido que el Secretario de la Intendencia subsanará fácilmente”.
“Entre los jóvenes alegres de nuestra “hig-life” ha nacido la feliz idea de organizar una comparsa carnavalezca que, bajo el título de estas líneas, se preocupe de dar bailes y tertulias durante las próximas carnestolendas.
Tributamos un aplauso sincero a los autores de tan buena idea y les deseamos un éxito completo”.
El martes 19 de enero de 1893 apareció lo siguiente:
“CARNAVAL.
Que el carnaval del presente año ha de estar pobre de necesidad es cosa que a nadie se oculta.
La crisis, enfermedad físico-moral que a todo el mundo aqueja, permite asegurar que si el carnaval de los dos últimos años fue triste, el del presente pasará a la historia como el discurso fúnebre de los tradicionales días de locura.
Es de extrañar pues, con tales perspectivas, que haya comerciantes bastante valerosos que se atrevan a exponer su dinero a una pérdida segura.
Entre los atrevidos “Mercurios” figuran los señores Damide Lértora que han introducido 140 docenas de pomos, como podrán verlo nuestros lectores en la Sección Puerto. Que los vendan pronto y bien son nuestros deseos”.
Lunes 23 de enero de 1893:
“VARIOS.
El día de locura se aproxima a grandes pasos.
Poco tiempo nos separa de los días tradicionales en que la humanidad arroja la careta de la hipocresía y la sustituye con la careta de cartón, menos impenetrable que la otra, lo cual a hecho decir a alguien que la humanidad se disfraza para mostrarse a cara descubierta, tal cual es.
Convenimos en que la época de profunda crisis económica que nos agobia no es lo más aparente para pensar en diversiones, pero, a pesar de eso, opinamos que algo es necesario, es indispensable hacer para disminuir el hastío que nos consume.
¿Porqué no se piensa desde ya en organizar algunas sociedades (comparsas)? No creemos que esto costará grandes sacrificios pecuniarios.
La indicación va dirigida con toda buena voluntad a los hombres jóvenes, que tienen novia o aspiran a tenerla, y para quienes cien pesos más o menos no acusan ruina ni son signo de fortuna”.
Lunes 30 de enero de 1893:
“Los bailes de máscaras se inauguraron el sábado en la Cancha del Oriente (esquina de Urquiza y San Juan donde está la D.G.R.) Muchos arlequines, muchos pierrot, muchas mujeres - hombres y muchos hombres - mujeres, por último, gran cantidad de zonzos, fueron los que pasaron la “sirata” del sábado agradabilisimamente.
Sobretodo, a pesar de la cerveza y de lo que no era cerveza, reinó el orden más completo.
La policía solo tuvo que intervenir en un conflicto habido entre Felipe IV y un Oso, los que se apaciguaron.
María Estuardo y un Blandengue de la Defensa fueron conminados a que no armaran bochinche, tomando los dos próceres la intimación al pie de la letra.
Y aquí paz y después gloria.
La Comisión iniciadora del Corso que se celebrará durante las noches del próximo carnaval, ha resuelto premiar con un objeto de arte al coche que se presente mejor adornado y con otro a la mejor comparsa.
Es un buen medio para despertar el interés y el amor propio.
La misma comisión pedirá a la Intendencia que se prohiba bajo severa pena el juego con agua durante las horas del corso”.
Continuará…