viernes, 17 de junio de 2016

LA HISTORIA LOCAL Y REGIONAL



LA DESCENDENCIA MIRA CON ORGULLO LOS RESTOS DEL ÚLTIMO TIGRE.
A
MILCAR DE MONDESERT GONZÁLEZ SE SACABA LAS GANAS DE VERLO

El último tigre cayó en Espinillo aquel 2 de junio de 1950. Se puede observar su esqueleto armado en el Museo de Ciencias Naturales de Paraná. También está allí el cuero que hace unos años llegó desde Mar del Plata donado por los descendientes de G. Pereyra.
Contaban mis hermanos mayores que por entonces vivíamos en casa del Dr. Uzín sobre la Ruta 18, mi madre estaba en los últimos días para tenerme y ellos correteaban entre los eucaliptus cuando vieron el camioncito de Sattler que estacionado enfrente en lo de Alejo Bello trasnsportaba al tigre recién ultimado.

“Don Fausto González fue el primero en atacar el yaguareté y cuya valentía personal ha despertado justificada admiración”, fue el comentario de la crónica periodística.(Tío 2do. y padrino de Aníbal González Comas)
Corría el mes de mayo de 1950 y la zona de los Distrito Quebracho y Espinillo se vio alarmada por la presencia de un tigre que había llegado posiblemente con las crecientes.
La crónica del suelto de prensa comentó lo siguiente:
“Como es del conocimiento público , el día viernes 2 del corriente fue cazado en el Distrito Quebracho del departamento Paraná, un extraordinario ejemplar de yaguareté, Yaguar o tigre americano (Panthera Onca) el cual muy probablemente ha venido en algún embalsado arrastrado por la última creciente del Paraná, desde las regiones del norte. 
El animal había penetrado por la barras del Arroyo Las Conchas, internándose hasta las proximidades del Arroyo Quebracho, en donde encontró las condiciones de medio físico apropiadas para su existencia.
El Museo de Entre Ríos (Ciencias Naturales, etc.) que desde el primer momento manifestó su interés por tan excepcional pieza, Ha recibido en donación el esqueleto del animal.
El viernes último una comisión integrada por el Prof. Facundo A. Arce y el empleado José O. Cáseres, acompañado de los señores Vicente y Luis J. Satler, se trasladó al establecimiento La Esperanza de los señores Pereyra, en cuyo campo el yaguareté fue visto por primera vez por el señor Simeón Pereyra. Debido al celo de los señores Germán y Simeón Pereyra¸ los restos del animal no sufrieron destrucción alguna pues era su determinación donarlos al Museo.

La comisión recorrió la pequeña jungla que se encuentra ubicada sobre el arroyo Las Conchas, en los distrito Espinillo y Quebracho, en donde el yaguareté sentó sus reales. 
Interesa destacar el hecho de hallarse el sitio a menos de ocho leguas de nuestra ciudad, a pesar de lo cual conserva su aspecto primitivo en donde la flora y la fauna poco ha sido alterada por la acción del hombre. 
En ese medio actuó el yaguareté matando varios animales vacunos y un zorro. Los restos de sus víctimas muestran evidentes rastros de su ferocidad y fuerzas extraordinarias. El ejemplar fue localizado en el campo de los hermanos Pereyra, en Distrito Espinillo y tenía su escondite en el del señor Vicente Sattler, en donde fue encontrado por éste y su hijo cuando la comisión que integraba se hallaba abocada a la búsqueda del peligroso animal el día 2 del corriente en que fuera cazado.
La comisión estuvo integrado por Fausto González, el primero en atacar al yaguareté y cuya valentía personal ha despertado justificada admiración; los señores Simeón y Germán Pereyra, Manuel B. Portorreal, Vicente y Luis José Satler, (quiénes localizaron a la fiera el día viernes 2), Federico Mazcazzini, Ignacio y José Ferrari, Benito Ríos, B. Bustos y miembros del personal de las comisarías de La Picada y Espinillo, integrada por los comisarios Lencinas y Luján González y los agentes Mendieta, Visconti, Yedros y el escribiente Silva.
Es de destacar el espíritu de solidaridad del vecindario y apoyo prestado por las autoridades de la zona.
El animal recibió los primeros disparos hechos por los señores González y S. Pereyra y finalmente fue ultimado con tiros de carabina. Se trata de un ejemplar de 80 cm. De alzada y dos metros 30 cm. Del extremo de la cola a la punta del hocico.
El Museo de Entre Ríos contará con una pieza de extraordinario valor, merced a la contribución desinteresada de los hermanos Pereyra y de la eficaz colaboración del señor Vicente Satler, que como hemos dicho, corrieron los riesgos contingentes de la difícil y peligrosa cacería”.

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