... para los que se ríen, se burlan de las personas mayores...
VALE
LA PENA LEERLO...
Un
hijo llevó a su padre a un restaurante para disfrutar de una deliciosa cena. Su
padre ya era bastante anciano, y por lo tanto, un poco débil también. Mientras
comía, un poco de los alimentos caía de cuando en cuando sobre su camisa y su
pantalón. Los demás comensales observaban al anciano con sus rostros
distorsionados por el disgusto, pero su hijo permanecía en total calma.
Una
vez que ambos terminaron de comer, el hijo, sin mostrarse ni remotamente
avergonzado, ayudó con absoluta tranquilidad a su padre y lo llevó al
sanitario. Limpió las sobras de comida de su arrugado rostro, e intentó lavar
las manchas de comida de su ropa; amorosamente peinó su cabello gris y finalmente
le acomodó los anteojos.
Al
salir del sanitario, un profundo silencio reinaba en el restaurante. Nadie
podía entender cómo es que alguien podía hacer el ridículo de tal manera. El
hijo se dispuso a pagar la cuenta, pero antes de partir, un hombre, también de
avanzada edad, se levantó de entre los comensales, y le preguntó al hijo del
anciano: “¿No te parece que has dejado algo aquí? “
El
joven respondió: “No, no he dejado nada”. Entonces el extraño le dijo: ”Sí has
dejado algo! ¡Haz dejado aquí una lección para cada hijo, y una esperanza para
cada padre!” El restaurante entero estaba tan silencioso, que se podía escuchar
caer un alfiler.
Uno
de los mayores honores que existen, es poder cuidar de aquellos adultos mayores
que alguna vez nos cuidaron también. Nuestros padres, y todos esos ancianos que
sacrificaron sus vidas, con todo su tiempo, dinero y esfuerzo por nosotros,
merecen nuestro máximo respeto. Si también sientes respeto hacia los adultos
mayores, comparte esta historia con todos tus amigos.
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