Tribuna
de Opinión
por Aníbal González Comas
¿QUÉ PENSAMOS LOS
SANBENITENSES?
¿TENEMOS MIEDO?...¿SOMOS
INDIFERENTES?
Desde
hace poco más de un mes estamos inundados de información por los medios
nacionales y provinciales sobre un episodio que ha sido noticia por sus
características: el caso Ángeles Rawson.
¿Quién
no recordó estos días lo que a nosotros, los sanbenitenses, nos sucedió de
manera similar y no menos dramática hace ya nueve años?
Por
entonces fuimos inundados por la prensa de todas latitudes que por muchos días
y meses hicieron aquí su ‘comidilla diaria’.
Pero
un buen día, “la noticia” cambió sus coordenadas y fue vaya a saber dónde para
refregar y remover hasta inmundicias para fomentar el comentario cotidiano; se
fueron cerrando la comunicaciones, las cámaras disminuyeron, se apagaron las
luces de utilería y todo volvió a ser como antes.
Y
hubo quienes respiraron mejor al distenderse las presiones y hubo quienes
aceleraron el proceso para acallar tantas voces cautivándolas con la magia de
la prebenda, con el encanto del empleo cómodo, con el dinero ‘para lo que sea’
con tal de asegurar la llave del candado que cerró una puerta hacia la efímera esperanza
que quedaba para reclamar por justicia y por verdad.
Nosotros,
los ‘del montón’ que seguimos en esta ciudad sobreviviendo a aquella explosión
mediática que superó todas las fronteras en julio de 2004, nos quedamos casi
todos en silencio, un silencio permisivo, un silencio sin mayores compromisos,
un silencio cómodo y – casi diría – mezquino.
Sin
embargo nadie puede negar que quedamos consternados, impactados pero también
esperanzados que de cualquier manera se lograra arribar a la verdad de lo
sucedido… pero lamentablemente ello
nunca ocurrió.
No
sucedió por muchas razones y por muchos errores de parte de los responsables de
dar con los autores materiales y/o intelectuales, si los hubo.
Aquel
domingo 25 de julio comenzó el calvario para una familia vecina que nunca terminó, que nunca tuvo una última estación,
sino que quedó suspendido en su memoria a la espera que las autoridades
competentes dieran la respuesta. Suspendido en su memoria y en la frágil
memoria colectiva, sin saber si hoy está con vida o no, patética realidad por
la que nadie quisiera atravesar.
Y
pasó el tiempo… nos fuimos acostumbrando y se fue atenuando poco a poco, casi de
manera imperceptible, la lumen de la lucha, de la movilización y del reclamo de
parte de todos, casi sin excepción.
¡Somos
demasiado indiferentes, demasiado individualistas, demasiado egoístas como para
haber acallado nuestras voces pidiendo que se esclarezca aquel drama que se
inició en la fría tardecita de aquel domingo de julio de 2004!
Nueve
años!... ¿Nueve años y nada, absolutamente nada!!!
Tan
sólo una niña desaparecida, un sospechoso ‘sospechosamente’ suicidado, un
comisario responsable suicidado, una justicia empantanada en un fárrago de
papeles, fojas y parvas de expedientes con cuerdas y más cuerdas. Pero…¡Nada,
absolutamente nada!
Y
nosotros qué?... ¿tuvimos miedo a seguir reclamando?...¿acaso tenemos miedo
todavía?...¿acaso seremos totalmente indiferentes?
Si
es que somos sinceros…cada uno de
nosotros debería sentirse responsable de estar como estamos, no de haber
encontrado la verdad, de no saber si aquella niña, cuyo universo de vida recién
comenzaba a estallar, se quedó para siempre – como se afirmó – en la paranoia
asesina de un convicto o fue parte de
otro quién sabe qué motivo que aun la oculta por ahí.
¿Habrá
que resignarse?
¿Deberemos
aceptar que nunca más obtendremos una respuesta concreta?
Sería
demasiado fácil señalar supuestos responsables… porque somos todos responsables
de haber dejado pasar nada menos que nueve años olvidando la lucha y la exigencia
por la verdad, siendo que nos pudo haber ocurrido en carne propia este triste
despojo de una vida que comenzaba a despertar en toda su plenitud.
Creo
en Dios arquitecto supremo del universo… ensayo una oración y no me sale…no sé siquiera
cómo empezar!... finalmente me sintetizo implorando:
¡Señor:
que se haga tu voluntad y provéenos justicia! AMÉN