jueves, 25 de julio de 2013

UN DÍA PARA REFLEXIONAR Y RECLAMAR

Tribuna de Opinión
por Aníbal González Comas
¿QUÉ PENSAMOS LOS SANBENITENSES?
¿TENEMOS MIEDO?...¿SOMOS INDIFERENTES?

Desde hace poco más de un mes estamos inundados de información por los medios nacionales y provinciales sobre un episodio que ha sido noticia por sus características: el caso Ángeles Rawson.
¿Quién no recordó estos días lo que a nosotros, los sanbenitenses, nos sucedió de manera similar y no menos dramática hace ya nueve años?
Por entonces fuimos inundados por la prensa de todas latitudes que por muchos días y meses hicieron aquí su ‘comidilla diaria’.
Pero un buen día, “la noticia” cambió sus coordenadas y fue vaya a saber dónde para refregar y remover hasta inmundicias para fomentar el comentario cotidiano; se fueron cerrando la comunicaciones, las cámaras disminuyeron, se apagaron las luces de utilería y todo volvió a ser como antes.
Y hubo quienes respiraron mejor al distenderse las presiones y hubo quienes aceleraron el proceso para acallar tantas voces cautivándolas con la magia de la prebenda, con el encanto del empleo cómodo, con el dinero ‘para lo que sea’ con tal de asegurar la llave del candado que cerró una puerta hacia la efímera esperanza que quedaba para reclamar por justicia y por verdad.
Nosotros, los ‘del montón’ que seguimos en esta ciudad sobreviviendo a aquella explosión mediática que superó todas las fronteras en julio de 2004, nos quedamos casi todos en silencio, un silencio permisivo, un silencio sin mayores compromisos, un silencio cómodo y – casi diría – mezquino.
Sin embargo nadie puede negar que quedamos consternados, impactados pero también esperanzados que de cualquier manera se lograra arribar a la verdad de lo sucedido… pero lamentablemente ello  nunca ocurrió.
No sucedió por muchas razones y por muchos errores de parte de los responsables de dar con los autores materiales y/o intelectuales, si los hubo.
Aquel domingo 25 de julio comenzó el calvario para una familia vecina que  nunca terminó, que nunca tuvo una última estación, sino que quedó suspendido en su memoria a la espera que las autoridades competentes dieran la respuesta. Suspendido en su memoria y en la frágil memoria colectiva, sin saber si hoy está con vida o no, patética realidad por la que nadie quisiera atravesar.
Y pasó el tiempo… nos fuimos acostumbrando y se fue atenuando poco a poco, casi de manera imperceptible, la lumen de la lucha, de la movilización y del reclamo de parte de todos, casi sin excepción.
¡Somos demasiado indiferentes, demasiado individualistas, demasiado egoístas como para haber acallado nuestras voces pidiendo que se esclarezca aquel drama que se inició en la fría tardecita de aquel domingo de julio de 2004!
Nueve años!... ¿Nueve años y nada, absolutamente nada!!!
Tan sólo una niña desaparecida, un sospechoso ‘sospechosamente’ suicidado, un comisario responsable suicidado, una justicia empantanada en un fárrago de papeles, fojas y parvas de expedientes con cuerdas y más cuerdas. Pero…¡Nada, absolutamente nada!
Y nosotros qué?... ¿tuvimos miedo a seguir reclamando?...¿acaso tenemos miedo todavía?...¿acaso seremos totalmente indiferentes?
Si es que somos sinceros…cada uno de  nosotros debería sentirse responsable de estar como estamos, no de haber encontrado la verdad, de no saber si aquella niña, cuyo universo de vida recién comenzaba a estallar, se quedó para siempre – como se afirmó – en la paranoia asesina de un  convicto o fue parte de otro quién sabe qué motivo que aun la oculta por ahí.
¿Habrá que resignarse?
¿Deberemos aceptar que nunca más obtendremos una respuesta concreta?
Sería demasiado fácil señalar supuestos responsables… porque somos todos responsables de haber dejado pasar nada menos que nueve años olvidando la lucha y la exigencia por la verdad, siendo que nos pudo haber ocurrido en carne propia este triste despojo de una vida que comenzaba a despertar en toda su plenitud.
Creo en Dios arquitecto supremo del universo… ensayo una oración y no me sale…no sé siquiera cómo empezar!... finalmente me sintetizo implorando:
¡Señor: que se haga tu voluntad y provéenos justicia! AMÉN


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