martes, 11 de junio de 2013

CRÍMENES A LA ORDEN DEL DÍA

UNO DE LOS ASESINADOS EN FIN DE SEMANA VIVÍA EN SAN BENITO

FUENTE EL DIARIO de PARANÁ
Julio Cesar Bonet tenía 18 años y encontró la muerte el domingo poco después de las 22, en calle Hernandarias de Paraná, a sólo 200 metros al este de calle Salvador Caputto.
Dicen los vecinos que se escucharon algunos disparos, un par de gritos y la corrida de aquel muchacho, acompañada por jadeos y en los últimos metros, en torpes pasos, el chapoteo de los pies en el barro chirle del acceso lateral a la humilde vivienda en la que intentó esconderse.
Ya no lo corría su victimario, quizá para ese momento sólo lo perseguía el fantasma de la muerte. La falta de aire, la inconsciente sensación de que estaba muriendo, aceleraron su instinto de preservación.
Un testigo de los últimos segundos de vida de Bonet, accedió a hablar con EL DIARIO. El hombre es concubino de Esther Caballero, la dueña de la casa. “Estábamos sentados con mi pareja, al lado de la mesa, y de golpe entró este muchacho por la puerta de atrás, que estaba abierta y pasó de largo, hasta la otra habitación, donde está la cocina y la puerta de calle. Golpeó con todo el cuerpo contra la puerta y cayó al suelo. Ahí nomás se quedó quietito. Sangraba y largaba una espuma blanca por la boca”, contó.
En el mismo lugar estaba la hija de Esther, de 18 años y una beba, a la que le estaba dando de comer.
“Yo no escuché tiros, no escuché nada, porque tengo problemas auditivos, únicamente lo vi cuando entró corriendo y nos sorprendió a todos. Creo que ni siquiera nos vio”, dijo el hombre.
Finalmente contó: “Ni nos acercamos, nos metimos todos en la habitación y nos quedamos quietos. Únicamente llamamos a la Policía para que viniera enseguida”, mencionó, mientras señalaba la pieza contigua, separada del otro espacio de la vivienda solamente por una cortina, que de nada hubiera servido para cubrirse si por detrás aparecía alguien armado.
“Pero ahí se terminó todo, llegó la Policía y hace un ratito vino un hombre que lo reconoció como su hijo. Yo no sé qué le pudo haber pasado a este pibe con alguien, pero nosotros no lo conocíamos”, terminó diciendo el hombre, sin salir aún del estupor.
Minutos después de los hechos, arribaron al lugar los efectivos de la División Homicidios, quienes recorrieron los alrededores con linternas, buscando entre el barro y desniveladas veredas, alguna prueba que aporte algún dato más, algún arma que pudiera haber quedado en el camino, alguna vaina servida. Cualquier cosa que sirva de punta de ovillo y permita desentrañar este nuevo homicidio.
Actuaciones. La jueza de Instrucción 8, Elisa Zilli, ordenó las medidas a seguir, entre ellas el traslado de los ocupantes de la casa para tomarles testimonio y también pericias técnicas, a cargo del equipo científico de la Dirección de Criminalística, acompañado por el subdirector de la misma, Ángel Iturria.
El subjefe de la Policía de Entre Ríos, comisario General Juan Rosatelli, fue otro de los funcionarios que estuvo presente en la escena del crimen, arbitrando todas las medidas necesarias para que nada falte a sus subordinados al momento de actuar. Por ejemplo, fue necesaria la intervención de equipos de iluminación artificial, con equipo electrógeno, de Bomberos Zapadores, ante la pobre iluminación de calle existente en la zona.
Los últimos datos recabados hablan acerca de que Bonet, que vivía en San Benito, en barrio San Pedro, había estado por la casa de sus padres –ubicada en una cortada a una cuadra de donde cayó muerto– y fue justamente su padre el que lo identificó en la escena del crimen.
Se dice que Bonet había estado internado por adicción a drogas y que había tenido problemas con su novia el día anterior y que los problemas radicaban en la forma de vida del muchacho, la que podría haberse salido del marco de la ley en los últimos tiempos.

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