UNO DE LOS ASESINADOS EN FIN DE SEMANA VIVÍA EN SAN BENITO
FUENTE EL DIARIO de PARANÁ
Julio Cesar Bonet tenía 18 años y encontró la muerte el domingo poco después de
las 22, en calle Hernandarias de Paraná, a sólo 200 metros al este de calle
Salvador Caputto.
Dicen los vecinos que se escucharon algunos
disparos, un par de gritos y la corrida de aquel muchacho, acompañada por jadeos
y en los últimos metros, en torpes pasos, el chapoteo de los pies en el barro
chirle del acceso lateral a la humilde vivienda en la que intentó esconderse.
Ya no lo corría su victimario, quizá para ese momento sólo lo
perseguía el fantasma de la muerte. La falta de aire, la inconsciente sensación
de que estaba muriendo, aceleraron su instinto de preservación.
Un testigo de los últimos segundos de vida de Bonet, accedió a
hablar con EL DIARIO. El hombre es concubino de Esther Caballero, la dueña de la
casa. “Estábamos sentados con mi pareja, al lado de la mesa, y de golpe entró
este muchacho por la puerta de atrás, que estaba abierta y pasó de largo, hasta
la otra habitación, donde está la cocina y la puerta de calle. Golpeó con todo
el cuerpo contra la puerta y cayó al suelo. Ahí nomás se quedó quietito.
Sangraba y largaba una espuma blanca por la boca”, contó.
En
el mismo lugar estaba la hija de Esther, de 18 años y una beba, a la que le
estaba dando de comer.
“Yo no escuché tiros, no escuché nada,
porque tengo problemas auditivos, únicamente lo vi cuando entró corriendo y nos
sorprendió a todos. Creo que ni siquiera nos vio”, dijo el hombre.
Finalmente contó: “Ni nos acercamos, nos metimos todos en la
habitación y nos quedamos quietos. Únicamente llamamos a la Policía para que
viniera enseguida”, mencionó, mientras señalaba la pieza contigua, separada del
otro espacio de la vivienda solamente por una cortina, que de nada hubiera
servido para cubrirse si por detrás aparecía alguien armado.
“Pero ahí se terminó todo, llegó la Policía y hace un ratito vino
un hombre que lo reconoció como su hijo. Yo no sé qué le pudo haber pasado a
este pibe con alguien, pero nosotros no lo conocíamos”, terminó diciendo el
hombre, sin salir aún del estupor.
Minutos después de los
hechos, arribaron al lugar los efectivos de la División Homicidios, quienes
recorrieron los alrededores con linternas, buscando entre el barro y
desniveladas veredas, alguna prueba que aporte algún dato más, algún arma que
pudiera haber quedado en el camino, alguna vaina servida. Cualquier cosa que
sirva de punta de ovillo y permita desentrañar este nuevo homicidio.
Actuaciones. La jueza de Instrucción 8,
Elisa Zilli, ordenó las medidas a seguir, entre ellas el traslado de los
ocupantes de la casa para tomarles testimonio y también pericias técnicas, a
cargo del equipo científico de la Dirección de Criminalística, acompañado por el
subdirector de la misma, Ángel Iturria.
El subjefe de la
Policía de Entre Ríos, comisario General Juan Rosatelli, fue otro de los
funcionarios que estuvo presente en la escena del crimen, arbitrando todas las
medidas necesarias para que nada falte a sus subordinados al momento de actuar.
Por ejemplo, fue necesaria la intervención de equipos de iluminación artificial,
con equipo electrógeno, de Bomberos Zapadores, ante la pobre iluminación de
calle existente en la zona.
Los últimos datos recabados
hablan acerca de que Bonet, que vivía en San Benito, en barrio San Pedro, había
estado por la casa de sus padres –ubicada en una cortada a una cuadra de donde
cayó muerto– y fue justamente su padre el que lo identificó en la escena del
crimen.
Se dice que Bonet había estado internado por adicción
a drogas y que había tenido problemas con su novia el día anterior y que los
problemas radicaban en la forma de vida del muchacho, la que podría haberse
salido del marco de la ley en los últimos tiempos.
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