lunes, 17 de octubre de 2011

UN DÍA DE LA MADRE ESPECIAL

LO DE SIEMPRE FUE LA MESA RODEANDO A NUESTRAS MADRES.
LO ESPECIAL FUERON LOS INEVITABLES COMENTARIOS
Seguramente a usted le pasó lo que a mí.
Seguramente quiso sustraerse a todo lo que le quitara sabor a estar en casa con sus familiares acompañando en un día tan grato a su madre, a su esposa. No quería que hubiera algo que empañara ese deseo de tener un  mediodía ajeno a toda realidad, ausente de lo cotidiano para idealizar la vida y…en ella a su fuente generadora para sentirla ahí…parte de nosotros mismos.
No quería escuchar radio, ver televisión para no caer en ese mundillo preelectoral tan especial que inunda nuestras mentes de panaceas irreales, de sueños inalcanzables diseñados para cautivarnos.
Estuvimos pasando un mediodía dominguero de vermouth, saboreando por anticipado al inundarnos de olores de cocina rica, estrechando manos afectivas, dando besos sinceros de hijos, de padres, de hermanos, de nietos. Fuimos partes de la ansiedad por conocer el contenido de coloridos paquetitos y por leer las emotivas esquelas que expresaban en palabras escuetas tanto cariño encerrado en el corazón compartido ya que, quien podría discutirlo, nuestros corazones fueron hechos en el maravilloso taller del vientre de nuestras madres.
Me acordé de doña ‘Pituca’, mi vieja, que se fue a los 98 y que ya tendría 103. ¿ir al cementerio para qué?...Ya no está y no tengo cargos de conciencia ni reproches; pero sí: vale recordarla con mucho cariño, como lo hacen con la suya nuestros hijos, nuestros nietos.

Pero lo especial fue inevitable. Hubo alguna frase, alguna palabra que hiciera de disparador. Fue a los postres, fue a la hora del mate de la templada tardecita, fue en algún momento que salió el tema: las elecciones del 23.
Y entonces comenzó un collage de comentarios tan variados como la multicolor oferta que tenemos para el domingo que viene. Las críticas no faltaron, las adhesiones tampoco; las voces se entrecruzaban, subían de tono cuando cada uno quería tener la razón y al tiempo, concluyendo, fuimos tirando nuestros propios candidatos.
Al fin y al cabo no fue otra cosa que afilar las uñas para ejercer nuestro derecho ciudadano. Ese derecho vapuleado, inundado de mentiras cautivantes, que nos pone ante un cuarto oscuro como responsables del futuro de nuestra patria, cada vez más lejos de ser republicana y federal como la soñaron los mayores.
Seremos nosotros mismos los que jugaremos a cara o cruz con la desventaja que el resultado tendremos que ir descubriéndolo más o menos rápido desde el 10 de diciembre en adelante.

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